Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

504 MIGUEL MATICORENA ESTRADA nato, y que no habiéndose verificado así lo avise por la Secreta– ría de su cargo". ¿No era más conforme a justicia y razón que se hubiese remitido al mismo tiempo, testimonios de bula y cé– dula ordenando sin demora su efectiva ejecución? Estos males muy visibles exigen mucha prudencia y tino para el remedio; el extinguido establecimiento de jefes políticos no po– día producir ningún buen efecto en las Américas; pues en tan largas distancias dos autoridades superiores e independientes se– rían un semillero de discordias, rivalidades y competencias, y un punto perjudicialísimo de reunién para los malcontentos o resen– tidos de cualesquiera de ambos jefes; a éstos es menester reves– tirlos de facultades para conciliarles el respeto; pero no con una absoluta voluntariedad que no se reconozca otra ley ni sujeción que su capricho. Si la América es igual en derechos con las provincias de España, unifórmese el plan de gobierno de las de Ultramar con las europeas; quede un capitán general encargado del gobierno político y además del ejercicio del vicepatronato, que hará muy mucho en expedir los graves delicados asuntos a que se extienden esas representaciones; pero cuide de la Real Hacienda un inten– dente de ella, y sobre todo en la administración de justicia, no haya otra intervención que la de los magistrados encargados es– pecialmente de distribuirla. No pueden alcanzarla aquellos vasallos si los pleitos no se concluyen en todas sus instancias en las audiencias de esos do– minios; cuanto más infeliz y desvalido sea el litigante, más se le imposibilita el desagravio y auxilio. La segunda suplicación al Consejo de Indias, exigía para entablarse gastos muy considera– bles; la fianza de las mil y quinientas doblas, el testimonio de los autos que alguna ocasión ha excedido de cuatro mil pesos, la can· tidad que ha de remitirse para los indispensables gastos de agente, abogado, procurador y diligencias, todo esto formaba una ingente suma que recrece con exceso por la dilación forzosa del tiempo, un reconocimiento, un cotejo, cualquiera otra actuación que les es de arbitrio pedir a los jueces para mejor proveer consume en su expedición dos o tres años; y si se intercepta la navegación por la guerra ya no tiene fin calculable el pleito, cuyo éxito no alcanza a ver el interesado, dejando por tantos costos arruinada su familia y sepultada en la miseria. Todos estos males son muy de bulto para ocultarse a la re– flexión menos advertida; por esta razón los reyes de España soli– citaron y obtuvieron de la santa silla apostólica el que las causas

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