Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

554 MIGUEL MATICORENA ESTRADA No siempre los regocijos públicos son demostraciones de la novedad o ligereza de la multitud, ni son siempre un tributo ser– vil a los poderosos: hay en ellos a veces un cierto carácter que los distingue, y que hace el elogio verdadero del hombre virtuoso a quien se consagran. Los excesos del júbilo popular, y la uni– formidad en todas las clases, son los garantes más seguros de la sinceridad de sus sentimientos, y el triunfo más completo de la virtud. ¡Feliz el que así disfruta las aclamaciones de sus conciu– dadanos! Superior en su patria misma a la envidia, esa insepara– ble compañera del mérito, es tanto más digno de ellas, cuanto que añadiendo a sus talentos la afabilidad y modestia, contento con merecer los aplausos, huye de sus inciensos, reúne en sí solo el voto siempre discorde del pueblo, e inspira con su presencia respeto y veneración. Tal ha sido el cuadro que presentó esta fidelísima Ca– pital del Perú en la justa elevación del Excmo. Sr. Conde de Vista– florida al Supremo Consejo del Estado; y tales fueron las emo– ciones que excitaron a este digno patricio en medio del entusiasmo de alegría a que se abandonó este pueblo en su obsequio y cele- bración. - Apenas la aurora del 28 de Junio descubrió con su crepúsculo la agradable noticia de esta promoción, cuando a manera de un golpe eléctrico se vio brotar un extraordinario y unánime júbilo desde las clases más elevadas hasta la más ínfima plebe; todos veneraban el día más grande de este opulento imperio que por la primera vez miraba un hijo suyo influir en sus destinos. Uno ponderaba sus talentos, otro su afabilidad en la vida privada, éste recordaba sus tareas literarias, aquél su incorruptibilidad en la magistratura; y todos aclamaban la discreción y tino de las ~obe­ ranas Cortes en haber elegido un ciudadano que posee felizmente la ciencia e integridad, el amor y la confianza. Regimientos, cole– gios, prelados, amigos, ricos, pobres, mujeres, niños, esclavos, cas– tas diferentes, todos se convocaban mutuamente y se apresuraban en una confusión deliciosa, a expresar sus sentimientos y después de felicitar a su Excelencia por el premio, se congratulaban a sí mismos. El sexo delicado le presentó entre mil demostraciones de cariño algunos versos tan conceptuosos y correctos que demostra– ban claramente que la fuerza de su imaginación fecunda puede suplir, si se estimula, los defectos de nuestra descuidada educación. En todas las arengas se distinguía una sencillez majestuosa y sen– timental, no por los adornos del arte que la prisa no les dejaba vestir, sino porque son siempre enérgicas e interesantes las pro-

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