Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 557 que ha escrito; mas la curiosidad lo vence todo: dicen los mal for– mados caracteres Viva mi paisano Baquíjano Padre de los pobres! Qué expresivo es el lenguaje del que escribe lo que siente! Pero este nombre escrito en casi todas las puertas, no sacia los públicos de– seos de venerarle, y para conseguir acercarse más a su persona multiplican las copias de su rostro: El Colegio Seminario tenía el retrato de nuestro Héroe en traje de colegial, acompañado de una sublime oda; y más allá estaba vestido de consejero: allí empezaba su carrera, aquí llegaba a lo más alto de ella, y en ambas partes admirádo con respeto y aplaudido con sinceridad. El pueblo inun– dó las calles con su concurso, llenó el aire con sus vivas, y mucho más allá de las horas destinadas al descanso velaba repitiendo sus aplausos. No fue menos lucida la noche del 5, en la que además de re– petirse las decoraciones anteriores, se pusieron otras nuevas, au– mentándose el número de las orquestas hasta quedar ocupados to– dos los músicos de la ciudad. El bello sexo había concluido nue– vos adornos, y se presentó con ellos tan gracioso y vario que ma– tizaba de mil colores todas las calles: las avenidas de la plaza que– daron por la concurrencia impenetrables aun a los impulsos de fa curiosidad. El estruendo de los fuegos artificiales señalaba el centro de reunión, todos anhelaban por llegar al término a un tiem– po mismo; pero oprimidos en el tránsito, les frustraba sus deseos la misma prisa de conseguirlos. Mas en medio de este bullicio pla– centero no se notaba la menor altercación ni disturbio: parecía que el espíritu de sagacidad y mansedumbre que animan al Sr. Baquí– jano se había difundido en este pueblo dócil que no respiraba sino fraternidad y complacencia. Oh! cuánto es el poder del júbilo sin– cero, cuando se entrega el corazón a sus afectos! Pero en el día seis se excedió Lima a sí misma, si puede alguna vez excederse el pueblo más generoso y fiel del Universo. Pene– trando el entusiasmo hasta los últimos eslabones de la cadena so– cial, se presentan en la casa del Excmo. Señor Conde los negros esclavos por el orden de sus castas o naciones. Los Congos, los Angolas, los Vanguelas, los Minas, los Senegales, los Macúas, los Cambundás, los Lucumíes, los Mozambiques y otros tantos, con sus groseros instrumentos, jefes y banderas respectivas, entonan sus alegres y bárbaras canciones; cruzan los brazos acompañándolas con sus danzas orientales; la ternura rompe los diques del respeto, y se arrojan a los pies del padre y protector de los infelices. ¡Qué espectáculo tan patético era ver al Señor Conde rodeado de estos miserables, que degradados por la ambición y orgullo de los hom-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx