Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

558 MIGUEL MATICORENA ESTRADA bres, miraban como un Semi-Dios benefactor al que desde la mayor elevación admitía con afabilidad y sencillez la oblación de sus ca– ricias! El uno le abrazaba, el otro se le echaba á los pies, este le saludaba con voces mal articuladas, aquél le batía una bandera hincando la rodilla; quien bailaba al rededor en mil variadas con– torsiones, quien lloraba de contento, y quien arrebatado en el en– tusiasmo de su alegría se arrojaba al aire con u~ salto y daba un giro completo antes de caer al suelo ¡Qué triunfo tan halagüeño! y tanto más apreciable cuanto que esas demostraciones proceden de una gente sencilla incapaz de disfrazar sus verdaderos senti– mientos! Bien pueden otras Naciones regocijarse con fiestas más suntuosas, en las que el buen gusto compita con el fausto y la magnificencia; pero jamás el estéril lujo podrá ser comprado con estos placeres animados y patéticos. Los tiranos pueden gozar de aquéllas: éstos sólo se consagran al hombre verdaderamente vir– tuoso. ¡Dichoso aquel a quien el Cielo ha dado un corazón sen– sible, y conoce todo su valor al disfrutarlos! Llegó la noche; el Alcalde ordinario toma en su coche al Excmo. Sr. Conde para conducirle a Cabildo, en donde se daba un gran baile en su obsequio: el pueblo le sigue con mil vivas, y en la puerta del Consulado se reúne en tanto número que detiene la rá– pida carrera de los caballos, y acompañado de la innumerable tur– ba de sus admiradores, llega a las puertas de Cabildo. Los vivas tributados a Mecenas al entrar en el teatro a las fiestas que le con– sagraba la entusiasmada Roma, no fueron tantas veces ni con tan– to vigor repetidos por el eco de las riberas del Tíber y Vaticano, como los de la dichosa Lima por el Rímac y Casas Consistoriales al entrar en ellas el verdadero Mecenas Americano. -A la hora señalada empezó el baile: el Excmo. Sr. Virrey com– pletó con su obsecuente asistencia lo majestuoso de la asamblea, y su amabilísima hija coronó el lucimiento con sus gracias y her– mosura. Las señoras y caballeros del primer orden triscan enla– zados en las festivas contradanzas: en éstos se muestra la destreza y agilidad, y en aquéllas además compite la belleza con el adorno. ¡Qué cuadro tan delicioso! Ven orgulloso y pretendido Paris, ven y señálame la que preferirías con tu manzana de oro: mira a tu soñada Venus reproducida a cada lado; repara el erguido cuello de ésta, atiende a los ligeros y medidos pasos de aquélla: ¡qué gala! qué mejillas! qué ojos! qué donaire! Tú que al pronunciar tu jui– cio te viste seducido por el cinto de la Diosa, observa cuantos hermosos cintos forman esos delicados y elegantes bustos! Mas no en vano te fatigues: difícil es hallar razón de preferencia: divide

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