Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

JOSE BAQUIJANO Y CARRILLO 559 tu premio en mil porciones, o dalo entero a una sola, y no temas que la discordia consiga tomar asiento en la unánime y alegre asam– blea de un pueblo que celebra las glorias de uno de los fundadores de su inalterable Concordia.* Mientras que la nobleza se entregaba a las delicias del baile y de los manjares en Cabildo, el pueblo rebozaba de júbilo y en– tusiasmo en medio de la plaza. El pueblo, sí, esa porción la más abatida, pero la más preciosa de las naciones, corre por la calle del puente a la plaza con carros y castillos de fuegos artificiales colocándolos alrededor de los que estaban ya fijos de antemano; y sobre un tablado inmediato coloca la orquesta que le acompa– ña: en el extremo opuesto de la plaza los negros que habían andado por las calles desde la tarde, continuaban sus danzas africanas. El repique de las campanas conmovía los edificios, la explosión y ruido de la pólvora purificaba y estremecía la atmósfera, la armo– nía de una escogida música deleitaba la imaginación y los sentidos, y los bárbaros y rudos instrumentos orientales con sus groseras pero enérgicas canciones formaban el más sorprendente contraste. Lima se había conmovido toda desde sus cimientos, y la noche se había convertido en día por la general iluminación. Aurora rosa– gante quédate por más tiempo en los hermosos brazos de tu Ti– thon querido; no vengas a desvanecer con tu luz esparcida para todos la que Lima dedica sólo al más amado de sus hijos. Mas el tiempo vuela, y terminan los tres días señalados para las públi– cas aclamaciones. En los siguientes días quiso el pueblo dar aún más pruebas de que no había concurrido a las fiestas por la brillantez y nove– dad de los espectáculos, ni por las órdenes superiores que habían determinado las noches de la celebración, sino por el amor que profesaba al Excmo. Señor Baquíjano, y por el interés que se to– ma en sus prosperidades. Así después de haber sido visitado en los días anteriores por todos los Tribunales, corporaciones etc., se iban presentando diariamente en casa de Su Excelencia todos los gremios de la plebe, y en tal grado que hasta las mujeres de plaza dividi– das en varias clases le visitaron a su vez con sus inocentes ofren– das. Una le presentaba un pececillo vivo; otra un tierno polluelo; algunas un poco de verduras; otras flores delicadas; y todas hacien– do oblación de lo mejor que poseían, formaban un altar de sus manos, y añadían el incienso de su ternura. Escena capaz de con- (*) El Regimiento de la Concordia Española del Perú, de que era Au– ditor de guerra el Excmo. Sr. Conde de Vistaflorida.

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