Los ideólogos: José Baquíjano y Carrillo

52 MIGUEL MATICORENA ESTRADA cias y pasos que para ello se hacía preciso diese, era necesario que los congregase, siquiera en cortas porciones, persuadiéndoles y alentándoles al proyecto de la conspiración; que los previniese con las armas de que usan, y tomase otras disposiciones de esta clase para las que no basta uno solo, ni es dable se verifique sin ser sentidas, especialmente en los pueblos, en los que, por su cor– tedad, se percibe la menor novedad. No es menos ridícula y jac– tanciosa que la antecedente, la expresión de los 705 caciques con quienes tenía alianza, seis mil indios preparados, y veinte mil hom– bres de Arequipa dispuestos para invadir aquella ciudad, de la que depone el presbítero don Juan de Dios Niño de Guzmán. Prescinde por ahora este ministerio del defecto que tiene la declaración de este individuo, por haberse producido sin licen– da judicial de su prelado, especialmente cuando no es presumible la hubiese conferido verbal que se supone por la materia sobre que versa. Lo cierto es que no hay en este virreynato el número de caciques que se menciona; que, para lograr unión con éstos, cuando los hubiese y fuesen asequibles, era forzoso escribirles cartas valiéndose de terceros que las llevasen, y que las contesta– ciones corriesen del mismo modo; que con igual conducta se ma– nejase con los veinte mil de Arequipa y al menos, con sus princi– pales jefes y, últimamente, que practicase los correspondientes es– fuerzos que se requieren para congregar, y tener a su disposición, seis mil indios. Es posible que una negociación tan vasta y ardua como ésta, sea capaz de emprenderla un solo cacique pusilánime y limitado, como por lo regular son los de su naturaleza. Permí– tase por un breve rato que éste fuese tan animoso que fuese ca– paz de un proyecto de esta clase. Por ventura, cabe en la imagina– ción, el que pudiese encubrirse, sin que hasta hoy se haya traslu– cido pasaje alguno de tan artificiosa maquinación? Aún, aunque no entren en parte las dificultades que por todos respectos la imposibilitan, es tan sólida esta reflexión de no ha– berse notado hasta el pre-sente pasaje, ni suceso que la indique que, por si sola, basta para reputada por quimérica. Aquí es don– de se verifica con propiedad que, cuando se presume mucho, nada se prueba. ¿Adoptaría un miserable cacique una operación de esta clase; inasequible por todas sus circunstancias, e impersua– cible por las razones alegadas; es lo mismo que dar una plena y completa idea de que o estaba loco, si se considera que entró en la meditada conspiración con ánimo de coadyuvar por estos medios, o que en la realidad fué una mera jactancia, o aparencia que les quiso figurar a los demás congregados para descubrir su

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