Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

JOSE FAUSTINO SANCHEZ CARRION 351 ciudadano de Ginebra, que enseñó a aplicar el arte de discurrir al de obedecerse a sí mismo, aún bajo las instituciones sociales! Ciertamente, que el gobierno monárquico es el más sencillo; y cuanto los han analizado, se han detenido únicamente en el modo de enfrenar la autoridad del monarca. De aquí, senados q'ue pro– pongan, congresos que representen, y otros establecimientos, que moderen reduciéndose en sustancia tantos conatos a evitar que el rey sea absoluto, y procurar que su régimen manteng-a la livertad civil, esto es, el ejercicio de las leyes, que los mismos pueblos se dicten sin restricción para su felicidad, y seguranza de sus impres– criptibles derechos. A esto, y a nada más se dirigen las sublimes teorías de escritores profundos y benéficos, que ha·n meditado acerca de la dignidad del hombre: estos intentan sostener esas constitu– ciones de los pueblos libres, sazonado fruto de la filosofía y la po– lítica, y de la reunión de los f ortunados padre , que abogando por la causa d,e sus comitentes, deben llamarse los sacerdotes de la patria, cuyos fieles labios custodian el arca santa de la Libertad del pueblo. Que por lo de más, y para depender de una voluntad abso– luta, muy poca ciencia se necesita. Basta saber temblar siquiera con la memoria de una testa coronada, basta concentrar en sí mismo los augustos intereses de todo un pueblo, basta conformarse con inveteradas habitudes, y sobre todo, basta congratularse de ser es– clavo; cuyas consideraciones, siendo tan degradantes, no pueden ser objeto, no digo, de discusiones públicas, pero, ni aún de pura con– versación. ¡Quién podrá negar, que el pensamiento de monarquía absoluta es una heregía política? Pero, volviendo al mismo sistema monárquico bajo las bases de una constitución liberal ¿cuál ha llegado a ser el último resul– tado práctico, que nos enseña la experiencia? S ervidumbre al fin de los pueblos, que obedecen y sancionado despotismo de los sobe– ranos, que gobiernan. Porque es observación fundada, que para re– sistir eficaz y constantemente la voluntad de un hombre, que sabe que ha nacido para mandar, que su raza tiene derecho exclusivo de mandar, y que de su mandar, nadie le ha de tomar cuenta : hasta hoy no se ha encontrado árbitrio suficiente, sin embargo de corta– pizas indicadas, que tarde o temprano ha de llegar a hacer su presa una dinastía, que incesantemente atalaya la oca ión de echar la cadena al cuello. No se puede imaginar la sangre derramada a la márgenes del Támesis, por defender la magna carta contra los ata– ques de los Henriques y Guillermos : horrorizan las atrocidades, que produjo el tenaz empeño de restablecer a los Stuardos: se inf]ama el espíritu en furor al ver la desventura de los comuneros castella-

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