Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

356 AUGUSTO TAMAYO VA1RGAS - CESAR PACHECO VELEZ el inefable libro, en que con caracteres de oro se lee LIBERTAD, IGUALDAD, SEGURIDAD, PROPIEDAD? Si tal sucede, nuestra degradación es infalible, y la proscripción práctica de nuestros au– gustos derechos irremediable. Lograríamos en trueque de ellos ser peritísimos en el abierto arte de pretender: el interés particular sería nuestro contínuo estudio, y limitados al estrecho círculo, que abraza nuestro individuo, miraríamos con la más torpe indolencia .la salud de la comunidad: las relaciones sociales, q'ue vinculan la unión y la fuerza, se relajarían, así como desaparecerían todas las virtudes cívicas; porque ellas son incompatibles con sentimientos rastreros, que precisamente deben adquirirse bajo un gobierno, en donde el medio de adular es el exclusivo medio de conseguir. Esta perspectiva espera el Perú, si se monarquiza; pues evitémosla opor– tunamente, y constituyámonos de manera, que jamás se opaque el explendor de nuestra dignidad . Pero reflexionemos también acerca de las otras circunstancias, que designa la cuestión, como nece– sarias. La población del Perú no corresponde a su extensión: sus cos– tumbres y civilización son el resultado de la conquista: luego ponga– mos rey. Consecuencia mezquina, y absolutamente disconforme con las beneficentísimas miras, que merece el país; porque, si la pobla– ción ocupase todo el territorio, y si las costumbres, y la civilización fuesen de otro orden, q'ue el que se nos echa en cara, a buen seguro, que no se trataría de rey. Esta inducción nace de los mi mos tér– minos, que se han fijado, y de las explicaciones de la sociedad pa– triótica. Y ¿nos hemos de quedar, como se supone? Imaginarlo si– quiera no solo es una 2-lta injuria al Perú, sino olvidarse del mismo blanco, a donde deben encaminarse todas nuestras fatigas y priva– ciones. Al declararse independiente el Perú, no se propuso solo el acto material de no pertenecer ya a la que fué su metrópoli, ni de decir alta voce: ya oy independiente; sería pueril tal contenta– miento. Lo que quiso, y lo que quiere es: que esa peq'ueña población se centuplique: que esas costumbres se descolonicen; que esa ilus– tración toque su máximun; y que al concurso simultáneo de estas medras, no solo vea nuestra tierra empedrada sus calles con oro y pJata, sino que de cementerio, se convierta en patria de vivient . Con q'ue, cuando se hace mérito de la población etc. para acomodar la forma de gobierno, no debe fijar e la atención en el e tado actual de estas circunstancias, sino sobr el que puedan y deban tener en adelante. Y, adecuándose la forma monárquica, según el espíritu de la proposición, a la ,·ituación decadente, en que se halla el país, mal puede llenar nuestros deseos. Todo agente obra en razón de

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