Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

JOSE FAUSTINO SANCHEZ CARRION 357 &u adaptabilidad al fin que se aplica, y la esfera de su actividad no puede extenderse más allá de su poder intrínseco : luego, si la mo– narquía se considera apta a nuestro estado actual, en él mismo debe mantenernos: luego, si se ha resuelto el problema a su favor, se ha resuelto la continuación de nuestros males, o con más propiedad, el insuperable obstáculo de nuestros futuros bienes. Hablemos de buena fé: si se trata de nuestro máximo engrandecimiento, la mo– narquía es inadaptable, porque se conceptúa acomodable a la situa– ción presente. Y si no se trata de él, mejor es que no nos recalen– temos el cer bro con me ·as especulaciones. Mas no salgamos de los términos. ¡La estensión. . . ¿Qué tiene la estensión de adecuado a la mo– narquía? Obvia es la respuesta. Un campo más dilatado, en que pueda blandirse la tremebunda vara del .despotismo: una inmensa distancia desde el centro del gobierno a los puntos de u circunfe– rencia, y en ese intervalo, un enxambre de autoridades intermedias, a quiene tiene cuenta, prevenir el concepto del rey en razón opuesta de lo que sucede en las provincias, y a aquel, que así sea; de suerte que, cuando a alguno se le separa la cabeza de los hombros, es por el crímen de lesa majestad, aunque la causa haya sido un rabillo del mandador. Que tiene la estensión? Es, que los monarcas son tan grandes, que solo lo muy grande les cuadra bien. La población ... ¿Cómo nos entendemos? Ya el rey bajó mucho; pues territorio sin gente no vale nada, y la poca que hay aún no basta para carabineros reales, guardias de corps, gentiles hombres, caballerizos, mayordomos, y demás turba palaciega; sin perJmc10 de los regimientos, que sostengan la diadema regia, y que al mismo tiempo, protejan los caprichos del hermano, del tío y del aliado, reyes de tal y tal parte, cuando sus majestades han determinado tapar el resuello a una centena de mile , porque pidieron pan, re– servándo e desde luego el motivo en su real ánimo. ¡Las costumbres! ¿Y la civilización ... ? ¡Qué desgraciados· so– mos los peruanos! Después de pocos, malos, y tontos. Solo los pue– blo muy virtuosos y muy sabios no son dignos de regirse por mo– narcas. Con todo, nosotros no cebamos nuestras piscinas con la carnes de nuestro e clavo , para que sean más sabro a , y tal cual conocemos el sistema representativo. La religión santa que profe– samos, y la" luces que difunde el iglo, pueden morigerarnos y ci i– iizarnos con más ventaja q·ue a los romanos sus aruspices, y su enado~consultos. Además, es cosa averiguada, que nadie se engaña en negocio propio: todos más o menos po eemos el caudal necesa– rio, y lo conocimierítos precisos para el séquito de este juicio, que

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