Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

JOSE FAUSTINO SANCHEZ CARRION 367 recordar, que nunca fué más tiranizada la república romana, que cuando la rigieron los decemviros: que Octavio, al partirse el im– perio del mundo con Antonio y Lepido, inmoló a su venganza los hombres más virtuosos, por hacer bien a la república: que los Vene– cianos se lisongean de llamarse repúblicas, obedeciendo un senado aristocrático; y que Marat, y Robespierre, humanados tigres, casi dejaron yerma la Francia, por cimentar la república. Cuyas causas, no siendo otras, que la precipitada con olidación de las leyes fun– damentales: la seducción de lo pueblos por el encanto de las pala– bras, con total olvido de las co as : y la liberticida ambición de sus pretendidos legisladores, deben frustrarse oportunamente, y antes, que tenga que volver en sí el pueblo, a vista de los desastres, las proscripciones, y la muerte. Es indudable: cada in titución civil adolece por desgracia, de un secreto defecto, que inherente a ella, va atacándola insensible– mente, hasta convertirla en contra de su mismo objeto, si no se hubieren concertado en tiempo las medidas conveniente ; siendo este, con respecto a las repúblicas, según lo te tifica la experiencia, consignada en los anales de todos los siglos, la dificultad, que el pueblo tiene para hallar amigos fieles, robustos defensores. ¡No permita Dios, que, algún día, pueda hacerse tan tremendo cargo a los integérrimos padres de mi patria; ni q'ue en el próximo congreso haya un Mirabeau, un Danton, un Sieyes, cuyos nombres adorados antes por el pueblo, se han hecho tan execrables en las sangrientas páginas de la revolución francesa, cuanto infame, y cruel es el hom– bre, que sacrificando la causa pública, con todo linaje de intriga y desvergüenza, a su engrandecimiento personal, prostituye la confian– za pública. Nos han agobiado los reyes con su tiranía: cansados estamos de esperar la felicidad, que prometen con los_labios: nuestros dere– chos nunca pueden afianzarse baxo su imperio: Tepública quE'.remos, que solo esta forma nos conviene. Tal es, según entiendo, la voz general de los moradores del Perú. Está bueno: yo pienso lo mismo, y para llegar a este término, he señalado de antemano los incon– venientes de la potestad regia. Pero ¿con solo desear, pedir, y re– formar república ya somos libres, rande , pró pero , y felices? ¿Con olo tener parte en la elección de la autoridad suprema, y verla rolar por entre e tas y las otras manos, ya tocamos la cumbre de nuestra fortuna nacional, ya fincamos la paz en nuestro clima? Nos equivocamos miserablemente, si el mágico sonido de la voz, y no la sustancia, ha de entretenernos. Es preciso, que la constitución, sobre que deba quedar librada la república, conserve ilesas, como he dicho antes, la libertad, seguridad,

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