Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión
374 AUGUSTO TAMAYO VARGAS - CESAR PACHECO VELEZ ganta, y de aparecerá el conato a defenderse. Tenga cada provin– cia la soberanía corre pondiente; y fíjense las racionale dependen– cia , que deben unirlas con su capital; no sea esta la única que le dé la ley; ni e erija en árbitra exclusiva de sus destinos, y se con– servarán unidos y concordes los departamentos. Todos contribui– rán en ca o necesario, y solo la conflagración universal los destrui– rá, como ha de uceder con N arte-América, a pesar de los vaticinios europeos. Y ¿qué comodidad no di frutará así nuestro extendido terri– torio? En menos de medio siglo se ve la dichosa tierra de W ashing– ton con cerca de diez millones de habitante : con nueve estrellas más sobre su estandarte nacional; llena de abundancia por u pro– pia industria: relacionada con las soberbias potencias de Europa; parangonada con la que fué ante u ama: admirada por sus hom– bres de letras; y hecha, en fin, el paraíso de la gloria terrenal ¿ Y por qué ... ? Por cuatro fojitas de papel con iete artículos, que componen toda su constitución. Allí, e tá la gorra ele la libertad; allí, la mano fuerte de la independencia; allí, la cornucopia de Amaltea; allí, el caduceo de Mercurio; y allí la realidad de cuanto símbolos imaginaron los poeta , cuando quisieron pintar una nación grande y señora de su poder. ¿Por qué, pues, no nos han de ser ac– cesibles estos secretos de felicidad? Hagamos la p1'ueba, y conven– gamos en que, si en otras partes de América, se ha experimentado con mal suceso la unión federal, ha sido por defecto de esa sabia combinación, y no porq·ue el consista en la naturaleza. ¿Qué tiene de peligro o en í este sistema? Su semejanza con el orden físico, y el mismo Derecho Público del 'Perú, y su utilidad, exijen, de común acuerdo, su consolidación en nuestro país. Al derr dor del sol dan vuelta todos los planetas; cada uno gita sobre su eje; y sostenidos po · dos fuerzas opuestas, jam·is salen de sus órbitas, reinando en esta admirable máquina un orden, que no se perturbará, sino con l fin d 1 tiempo. Si no e viera st prodigio, no se creería seguramente, y uien ntendería a pri– mera vista, como tan enormes cuerpos, dirigido por impul o con– trarios, re pecto de su centro, independientes de él, y agitados por otros movimientos peculiares a su esf ra, compong n una sola má– quina, constituyendo otra por separado, ada parte ... ? Ello e así, y basta entender la teoría de la atracción para explicarlo. Lo mismo .digo del ajuste de un obierno local con la independencia de otros Partidos n un mismo territorio. Habrán muchos, qu e orpr n– <lan, imaginando en harmonía dilatadas regiones, que on a idu:i t n<lencia a un centro común, se mantengan, no obstante, s par do.. Pero, tal mi la rro Rrrá obra d las 1 yes d 1 atr, cción políti a.
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