Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

JOSE ~AUSilN·O SANCHEZ CARRION 379 De entonces la política e ha roto, porque fué fácil después a estos individuos separados de l::t multitud, unir a los privilegios de los títulos, priv11egios más reales, si1~ estar obligados a brillar por sus talentos, ni hacer a u paí servicios importante . En las repú– blicas, cuando se hacian elecciones, las m'iraclas del pueblo se diri– gían como maq'uinalmente a ellos, y aun llegaron a obtener a que los eli ·iese exclu ivamente. En las monarquías formaban la corte del príncipe, y sólo ellos y el monarca se contaban como hombres en el Estado. El único honor reservado a los plebeyos era ·el ele cervirlos. L% cargos ventajosos y preponderantes, los empleos lu– crativos, todas las gracias, todos 1os favores son su patrimonio. Sólo ellos tienen derecho de pretender los grado eminentes de la milicia, de la magistradura, del alto sacerdocio, del gobierno. Sobre sus cabezas se acumula todo el poder, toda la riqueza del Estado, todas las prerrogativas. Los otro hombres que· forman la maso del pueblo no han nacido sino para servir a los placeret de estos mortales dichosos. De allí su imbecilidad, su insolencia, su despre– cio por los que llaman plebeyos, las afrentas con que los abruman. las iniquidades de todo género ele que los hacen víctimas. DonclP hay nobleza el Estado está dividido en dos porciones, hecha la uno para mandar y la otra para ser esclava. ¡Qué extravagante, qu<-7 injuriosa institución! ¿Existe otra diferencia entre los hombres que las de los talen– tos, del mérito, y de la educación? ¿No son todos de cai·ne y hueso. sometidos a las mismas necesidades, devorados de las mismas pa– siones? ¿Un pedazo de papel que roen los ratones, puede producir milagros, y transformar al zote en hombre de talento, al imbécil en grande hombre; hacer resp table lo que sólo es digno de la befa • y el desprecio? · La nobleza ataca, pues, desde su.s cimientos la bas e del con– trato social. Es una institución muy contraria a la igualdad paro. soportarse en un país libre. Condenar la mayoría del pueblo a q'ue– dar siempre en un estado de donde la imaginación no puede lan– zarse sin ser herida de la idea de la injusticia y de opresión; no dejarle jamás sino mirar una diferencia inmensa, cuyo peso abru– mador debe soportar; es ahogar la emulación, el amor de la Patria. el germen de todas las virtudes sociales, con lo que las naciones se quedan en la infancia. Envueltos los hombres en egoísmo f unesto. no quieren sac1·if icarse cuando todas las ventajas sólo son provP.– chosas a algunos seres privilegiados. Concentrándose cada uno en el interés particular arroja sobre el Estado un ojo indiferente. n que no se anima sino de indignación. Entonces suena en vano el nombre de la Patria: hiere los oídos, pero no produce sino un ruído

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