Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

392 AUGUSTO TAMAYO V~RGAS - CESAR PACHECO VELEZ su voluntad fuera del tenor de estas, que desde luego dan origen a ctras tantas obligaciones, cuantas exiga la felicidad cemun. Luego, el método que la promueva en toda su extension posible, debera preferirse: con que el equivalente al gobierno, que ejerciera toda la sociedad, si posible fuese, es el mas conforme con la naturaleza de esta. Asi es verdad. Figuremonos cien hombres espontanea– m.ente reunidos con el objeto de consultar sus ventajas recíprocas, pues que separados no pueden lograrlo. Claro es, que ningun acto será mas legitimo, ni mas obligatorio, ni mas saludable que el que dependiere de la voluntad expresa de cada uno. Pero, no es posible se reunan siempre, ni menos facil conser– var quietud en cada asociación. Elijen diez apoderados con amplias facultades para este fin reservandosc, ya se vé, el derecho de nom– brar otros para casos semejantes y siempre que convenga. Estos representantes designan un director o presidente de la sociedad, entregandole ciertas reglas a que ha de ceñir su autoridad, bajo la condición implícita de que, violada cualquiera de ellas, esta resin– dido el contrato. Parece, pues, que no habra uno, por estúpido que sea, que no advierta en este sencillo ejemplo el origen y derecho de los gobiernos y el de las leyes fundamentales, y ni mas; ni menos es lo que ahora sucede en el Perú. Ya no hay un hombre miserable que se titule dueño de vidas y haciendas; ya desapareció ese derecho exclusivo de mandar; y ya esta restablecida entre nosotros la po– testad de escoger quienes nos gobiernan segun y como sea mas ade– cuado a nuestra prosperidad y gloria. Nada nos resta en este punto, pudiendo asentarse como una verdad inconcusa, que nuestras aspira– ciones se han satisfecho con exceso. Luego ¿que circunstancia falta para denominarnos verdaderos republicanos? Nada mas que nivelar nuestra conducta o mas bien, elevar nuestros sentimientos a la alteza de este título; por ue, si sE ha apetecido el gobierno mas digno y mas ilustre, que darse puede Ja raza humana, es necesario tambien, que cada uno por su parte sepan sostenerlo. ¿Que és el que gobierna entre los <lemas hombres? La persona mas respetable, y como tal, la que siempre ocupa un lugar preeminente. No es mas un rey y el pomposo aparato, bajo que se presenta, ninguna otra cosa que el efecto de esta relacion ó motivo de preferencia. Pues tal es cada ciudadano en una república: con su voluntad se hacen las leyes, y su voluntad preside a los actos electivos de los que deban gobernarla. Y así como sería un escan– dalo, que el Imperante se comportase sin honor, sin virtudes y hecho juguete de pasiones viles, que constantemente estubiesen exponien– dolo a la censura pública; de la misma manera acontecera con el individuo a quien toca el honor de llamarse ciudacla110. Bien pene-

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