Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

JOSE F'AUSTINO SANCHEZ CARRION 395 republicana, la de la austeridad civil; y he alli a los Peruanos arbi– tros del continente. Lo demas es suspirar por los antiguos prestigios, y estar mal avenidos con lo mismo que por otra parte apetecemoH. No es menos sensible el vicio de que adolecemos con respecto al aislamiento individual en medio mismo de nuestras relaciones reci– procas. Vivimos bajo unas mismas leyes, respiramos un aire iden– tico, nuestras habitudes son conformes y no onstante, llegando al termino comparativo de hecho ó de palabra, parecemos habitantes de diversos climas, y que no nos conocemos. Y sinó; por qué con– ferido un destino a un paysano nuestro, a un vecino, a un amigo, en vez de congratularnos mutuamente, nos ataviamos de duelo? ¿Por qué tanta pesadumbre? ¿por qué murmuraciones tantas ... '? Porque la generosidad, la justicia en obsequio ageno, y la confor– midad sincera o mas bien el contentamiento de la fortuna que no es nuestra, emana de la concentracion de los intereses individuales en pro de toda la familia, testificada por el sentimiento que cada m10 tiene de esta tendencia. Desengañemonos, será tanto mas sabio un gobierno, cuanto bajo la conveniencia personal envuelva la pública; de suerte que empe– ñandose un ciudadano en su mismo negocio, trabaje por todos. Pero, este milagro es imposible, si nosotros mismos no nos detenemos en considerarlo, y hacemos de nuestra parte cuanto este de nuestro alcance, sacrificando ciertos af ~ctos mesquinos, reliquias miserables del vasallage. Hagamos esfuerzos en cada ocasion que se nos pre– sente, imaginemos que es de nosotros el empleo dispensado, acorde– monos que ser conciudadano importa lo mismo que pertenecer a un mismo padre y a una misma madre, y que es un accidente, que la familia se haya multiplicado tanto, cuanta es la extension de la republica. Entonces se exitaran en nuestro pechos sentimientos no– bles, e aligaran unos con otros, y difundiendose la caridad civil, seran una nuestras relaciones, unos los motivos de nuestra fortuna. Recapitulemos. El anhelo de pretender, el concepto de ser feliz por ser empleado, con abandono de la industria y de las profesio– nes utiles, y el desagrado de la elevacion extraña, son efectos de la antigua servilidad, y el mas firme apoyo de los monarcas abso– lutos que embarazan tanto los progresos de la república, cuanto el habito de olvidarse siempre asi mismo, de preferir lo honesto a lo brillante, y el de apreciar como propia la suerte del conciudadano, son los primeros puntales para sostener este genero de gobierno. ¡Feliz el dia en que un pretendiente sea mirado con indigna– cion por toda la sociedad ! ¡Venturosa la época que presente a lo empleados en nuestro suelo como el arbol que queda con uno que

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