Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

JOSE FAUSTINO SANCHEZ CARRION 19 en la opm10n, cuando tomó a su cargo la defensa; y escribió las Cartas del Solitario de Sayán, o su alegación jurídica en la gran causa de la libertad con los ajentes del despotismo. Las cartas del Solitario de Sayán y El Tribuno de la República Peruana, q'ue des– pués escribió, deben guardarse con cuidado, en los archivos de la revolución, al lado de la historia de las grandes campañas; para que la posteridad que los registre, vea que la Independencia del Perú tuvo abogados tan célebres, como esforzados guerreros; y que la pluma trabajó, tan bien como la espada, en la fundación de la república. El 20 de setiembre de 823, se comenzó a contar la época más grande de la vida de Carrión; la de su consagración absoluta a libertar el país. Su mérito le llevó de la mano a ocupar un asiento entre los representantes de los pueblos: y su sagrada voca– ción fué señalada por la instalación del congreso. Carrión había nacido para declamar en público, contra los vicios de la administra– ción; para enseñar al pueblo sus verdaderos intereses y animarle a reclamar sus imprescriptibles derechos; para explicar el modo de contener el despotismo; y para poner en claro el gran pacto social deslindando las obligaciones recíprocas entre el soberano que manda y el ciudadano que obedece. Si jamás llegara el caso de instalarse un congreso entre nosotros, quedara oculto para siempre uno de los dotes primeros que recibió Carrión de la madre naturaleza tan pró– diga con él; la de hablar en la tribuna. Carrión fué el primer secretario del soberano congreso del Perú; y el individuo nato de todas las comisiones de entidad. Estuvo en la diplomática, en la legislación, en la de formar, por fin, la consti– tución política que debía hacer germinar las semillas productiva.;; de la prosperidad general; cultivarlas, después, hasta lograr fructi– ficasen; y conservar su fruto para siempre. Todas las desempeñó a satisfacción del congreso. Pero e ta última traspasó sus esperan– zas; y mostró que había nacido, no sólo para reclamar del magis– trado el cumplimiento de las leyes, sino también para dictarla . La constitución política de la república peruana es u~ monumento pe– renne de la gloria de Carrión; y cada uno de los artículos que en– cierra, es un razgo brillante en su elogio. La corrección de su len– guaje, la belleza de sus ideas, la extensión de sus conocimientos, su genio subl·me, su profundo juicio, su magisterio en penetrar el co– razón del hombre para estudiar, en el, la ciencia de las pa ione , y su incorruptibilidad apoyada sobre los principios eternos de la eq'ui– dad y la justicia; todo esto y mucho leerán los siglos venideros en las páginas de oro del código de la libertad.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx