Los ideólogos: José Faustino Sánchez Carrión

588 AUGUSTO TAMAYO VARGAS - CESAR PACHECO VELE'.t mamientos de la patria, cuando esta se halla en un estado de in– solvencia. No hay duda, acostumbrados los hombres a ser justos, a no pedir más de lo que la ley les permite, o les concede; y la República reposa obre bases firmes. Pues toda es obra vuestra, señores,; ella costará, ya se vé, tanto trabajo, cuanto difícil es desarraigar añejas habitudes y moralizar un pueblo tiranizado tres centuria8. El camino es nuevo: jamás se han ventilado en esta región los alto~ negocios de justicia. Estaba reservado al General Bolívar, en con– traposición de u ilimitado poder, hacer práctica la absoluta sepa– ración de la potestad judiciaria. ¡Oh! ¡Y qué gloria tan colmada resplandece en torno de su dictadura! ¡Con qué nuevo carácter envía hoy el libertador en la historia de los raros hombres, a quie– nes el cielo fió el mundo, cuando le ha tenido por amigo, sólo Bolí– var ha podido dar este ejemplo verdaderamente exótico en los ana– les del mundo! Que las asambleas deliberantes dicten lecciones de liberalismo, que exalten el poder del pueblo y que ofrezcan otros brillantes testimonios de regularización social, está en el orden de su misma institución; pero que un Gobierno libre de toda traba, y que no conoce más ley que su voluntad, porque así lo dispuso la nación, dé un paso de esta especie, sin tener ejemplos que seguir, nj responsabilidades que ·absolver, es un fenómeno tan peregrino, como que la dictadura sea el libro de las leyes. ¿Qué le resta, pues, al Libertador para dignificar la magis– tratura peruana, para comprobar el deseo que le devora por el triun– fo de la justicia ? Que su confianza también desempeñada, como puros on los votos de su corazón. Por fortuna, yo hablo a unos miembros, que versados en las sublimes tareas de una continuada judicatura, conocen su deber. ¡Perú! ¡Tierra destrozada ayer por mil facciones diferentes y convertida hoy en mansión de paz por el soplo del primer hombre del nuevo mundo de olón !, gózate al ver descender sobre tal suelo a la justicia con to lo su ropaje, con todos sus atavíos. Nada le falta: el supremo poder judicial está constituido por el héroe Dic– tador, tan generosos como él solo, lo depone hoy en este cuerpo. Conciudadanos: a él debéis ocurrir como a la primera fuente de la justicia. (El discurso que concluye, fué contestado por el señor doctor don Manuel Lorenzo Vidaurre, por entonces Presidente de la Excma. Corte Suprema de Justicia, en un elocuente discurso). (En: BENVENUTTO, N ptalí. Ob. cit., pp. 251-254; de: RIBEYRO, Juan Antonio. Ob. clL, pp. 5 y siguient s, t. l.).

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