Los ideólogos: José María de Pando

6 JOSE MARIA DE PANDO que dieron á la Nacion, sin duda con la mejor intencion, no pare– ce que debe servir de remora á nuestra consolidacion, condenan– donos á oscilaciones y tentativas perniciosas. Si Bolivia aceptare, como es de esperarse, el Proyecto presentado por el genio del Li– bertador, la prudencia nos aconsejará que le adoptemos igualmen– te como un don de la Providencia, salvas las modificaciones que exigiese nuestra peculiar posicion. Para salvar cualquier tropie– zo ó dificultad, parecería muy del caso que Bolivia pusiere por condicion de la union-nuestro allanamiento á ser regidos por el mismo Codigo fundamental, el cual podría lograrse mediante el buen sentido de los Colegios electorales. El segundo punto que puede ofrecer embarazos es el relativo á la designa.cion de la Capital. Los Bolivianos alegarán, tal vez, la distancia que media entre Lima y sus provincias. Pero entre par– tes influidas por intereses tan sublimes como los de la existencia, del vigor, y de la prosperidad, pequeños inconvenientes relativos no deberían entorpecer la realizacion de un plan grandioso. Noso– tros creémos, posponiendo todo apego de localidad, que no hay ciudad que pueda reemplazar á Lima como Capital del Perú Alto y Bajo, pero si el establecimiento de otra se exigiese como medida indispensable, conditio sine qua non, aun en esta hipótesi nos mos– trariamos dispuestos á sacrificar nuestro dictámen, nuestros afec– tos y dignidad, y el convencimiento que tenemos de lo perjudicial de semejante traslacion, ante las aras del bien de la patria: exten– diendo tambien este desprendimiento á los demas puntos cuya fijación creyesen necesaria los Bolivianos para garantizar sus in– tereses. Si ellos, guiados por el amor á la utilidad general y por el sen– timiento de las evidentes ventajas que reportarían, se decidiesen por la union, nada sería tan facil como verificarla bajo los auspi– cios de nuestro comun Padre y Libertador. Una Asamblea com– puesta de corto número de Representantes de uno y otro Estado, elegidos entre los mas virtuosos y despreocupados, concluiría bien pronto los indispensables arreglos, fundados sobre la buena fé y la justicia; y una Acta solemne de union, un Contrato igual, volun– tario, equitativo anunciaría al mundo que los Americanos, amaes– trados por duros escarmientos, empezamos á progresar en la ca– rrera de la prudencia, del orden, y de los verdaderos principios sociales. El tercer obstáculo le producirán los celos y las intrigas del Gobierno de Buenos Ayres y de los emigrados bolivianos que por mucho tiempo vivieron en aquella Capital, y parece se han adheri– do á sus intereses. ¿Pero el Gobierno de Chuquisaca, los diputados

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