Los ideólogos: Juan Pablo Viscardo y Guzmán

XCVIII CÉSAR PACHECO VÉLEZ diendo acaso muy enfáticamente su hipótesis, antes de una investiigación mas detenida que allegara testimonios suficientes, Giménez Fernández afir– ma en ese ensayo que "la base doctrinal general y común de la insurgencia americana, salvo aditamentos de influencia localizada, la suministró, no el concepto rousseauniano del Pacto social perennemente constituyente, sino la doctrina suereziana de la soberanía popular, tendencia -perfectamente ortodoxa dentro de su inflexión voluntarista- de la teoría aquiniana del Poder Civil, que exige (al contraTio de la heterodoxia pactista) una coyun– turo existencial, para que revierta al común del pueblo la soberanía consti– tucionalmente entregada a sus órganos legítimos" 124 • Giménez Fernández destaca. la gravitación de las doctrinas escolásti– cas sobre la soberanía civil 'en el derecho español y en las leyes de Indias. Estudia las desviaciones de estas doctrinas en el siglo XVIII y la persisten– cia, a pesar del Tegalismo borbónico, de la concepción suareciana o "popu– lista' de la soberanía política en América en los últimos decenios del XVIII y en los lustros de la lucha emancipadora. Cree en la importancia de la intervención de los jesuitas en las conspiraciones contra la monarquía espa– ñola en Europa y América. Y considera a Viscardo un exponente del sua– recismo a tal punto que en su sugestivo ensayo incorpoTa como único testi– monio documental probatorio de su tesis la Carta viscardiana. Da impor– tancia de esta obra es tal, dice Giménez Fernández, que "la insertamos co– mo único apéndice de este trabajo, pues a nuestro entender, proporciona la base de coincidencia doctrinal a los núcleos intelectuales criollos apegados a la tradicional enseñanza escolástica de matiz populista, con aquellos otros elementos agitadores revolucionarios enamorados de los principios de 1789, menos extensos, pero mucho mas activos, cuya conjunción transformó los frecuentes motines al grito de 'Viva el Rey y muera el mal gobierno', en un movimiento revolucionario encaminado a lograr la independencia, bien bajo la sobeTanfa nominal de la Corona, ya prescindiendo también de ésta. Porque, como podrá ver el lector, Viscardo agrupa en su Carta argumentos tan dispares contra la soberanía española, que mientras unos, sacados de Las Casas y el Inca Garcilaso no pueden ser mas eficaces para los apega– dos al criterio tradicional, otros, citando a Morrtesquieu o Tazonando como Voltaire o Rousseau, pero usando términos ambiguos, satisfacen a los in– novadores sin asustar a los timoratos; y sin que falten certeras alusiones ni feroces sarcasmos contra el despotismo borbónico incumplidor de pactos como el de Zipaquirá y en especial la relación de la cruel expulsión y des– tierro de los jesuitas, adobada innecesariamente con la sensiblería de la épo– ca, para aprovechar mas la fuerza política de sus amigos a favor de las doc– trinas insurgentes" l25. 1 2 4 Ibid., p. 521. 12<> !bid., p. 552.

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