Los ideólogos: Juan Pablo Viscardo y Guzmán

CIV CÉSAR P~CHECO VÉL°EZ na del pacto de los conquistadores con la corona, incluso diferenciándola y contraponiéndola a la doctrina de Rousseau, como fundamento de la eman– cipación. Tal es el caso del mexicano.. Fray Servando Teresa de Mier, analiza– do por Góngora, para quien los pactos originarios de los conquistadores constituyen el cimiento de ese sólido edificio de los reinos de las Indias, con su constitución histórica, su autonomía, la independencia de unos con otros y sus vínculos exclusivos con el rey, sus fueros y derechos a participar en el gobierno, la preferencia de que deben gozar en los puestos de Indias y de– más tesis del juntismo americano. Además de Mier, del mercedario peruano Talamantes que actúa tam– bién en México y cuyo pensamiento poHtico tiene puntos de convergencia y matices diferenciales respecto al de Mier, hay muchos otros casos de inte– lectuales hispanoamericanos que, como señaló en su momento Giménez Fer– nández y han subrayado luego Sánchez Agesta y Góngora, se inspiran en el liberalismo tradicionalista español de Jovellanos y Martínez Marina y hacen una ecléctica mezcla de estas corrientes con las escolásticas tomistas y suarecianas y con el ambiente ideológico liberal-c~nservador de Inglaterra de la época en que acuden a ella tantos revolucionarios hispanoamericanos. A los casos de Mier y Talamantes, en México, podríamos agregar, en Lima, el de José Baquíjano y Carrino. Es probable que Baquíjano cono– ciera el texto de la Carta antes de su primera edición si, como creen Bece– na 142 y Parra-Pérez 143 es a Baquíjano a quien se refiere Miranda en car– ta a Pitt diciéndole que "un joven peruano" marcha en marzo de 1799 a América con corespondencia y recados suyos. En efecto, Baquíjano salió de Madrid hacia su patria en esa fecha, pero largas peripecias, como lo he– mos relatado en otro sitio, lo detuvieron en Cádiz hasta enero de 1802 144 . En su larga estación :gaditana pudo leer y meditar sobre el incendiario pan– fleto de su paisano. Pero en verdad Baquíjano no requería del alegato de Viscardo para desarrollar, como jurista que era, su propia idea de la consti– tución política indiana y de los derechos de sus congéneros los criollos. Las desarrolla en la misma línea de Mier y Talamantes en su Elogio def Virrey Jáuregui (1781), en sus diversas colaboraciones en el Mercurio Peruano (1791-1795) y sobre todo en su D-ictamen sobre la pacificación de América ( 1814); e incluso debió proporcionar argumentos a su secretario el riopla– tense José Antonio Mi ralla para los artículos polémicos que el criollo cordo– bés publicó en el Diario y el Mercurio español, de Madrid, en agosto Y se– tiembre de 1814, refutando, con una autoridad jurídica y una erudición 142 Vida de don Francisco Miranda, T. II, ed. de Madrid, p. 471. 148 C. Parra Pérez, Historia de la primera República de Venezuela, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Sesquicentena– rio de la Independencia, 1959, T. I., p. 160. 144 César Pacheco Vélez, José Baquíjano y Carrillo en Cádiz (1799- 1802). . . pp. 540-542.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx