Los ideólogos: Juan Pablo Viscardo y Guzmán

TRAS LAS HUELLAS DE VISCARDO LXI nete inglés y que prueban el entronque de su acción revolucionaria con el movimiento del cacique Condorcanqui, al que pudo conocer en el Cuzco, y había llegado a Londres al tiempo que Miranda y los representantes de los comuneros de Nueva Granada. Su Carta C1t los españoles americanos d no sólo constituyó ,fa síntesis políticamente más eficaz de los agravios que los americanos sufrían de la vieja metrópoli, sino que proporcionó, con es– píritu ecléctico, las bases ideológicas de la revolución en todo el continente. Viscardo reflejaba la mentalidad de las minorías intelectuales criollas que se habían incorporado al horizonte histÓTÍco y al mundo conceptual creado por la propia tradición hispánica -Vitoria, Molina, Suárez y los mismos tratadistas indianos que repiten en sus textos la idea de un convenio social claramente establecido entre la corona de Castilla y los pueblos de Améri– ca-; pero también la asimilación coherente y prolongada de los nuevos pos– tulados de la Ilustración -Montesquieu, Renynal y el mismo Rousseau– en treinta años de destierro y viajes por Italia, Francia e Inglaterra, en una Europa conmovida por la revolución. Esa célebre Carta de Viscardo se había difundido profusament~ por toda América en copias manuscritas o en las ocho ediciones que de ella se hicieron en Londres, Bogotá, Buenos Aires y Lima: una en francés, dos en inglés y cinco en español. Procla– mas sediciosas de Buenos Aires, en 1809, eran trascripciones literales de los párrafos más encendidos de la Carta; su texto era condenado por los inqui– sidores de México como la producción más "mortífeTa, libertina e incendia– ria que se ha visto jamás" y 1sus ejemplares echados a la hoguera por los realistas en Venezuela. Y la edición limeña aparecía en el Correo Mercan– til Político y Literario en febrero y marzo de 1822, sin duda pan alentar al bando republicano en los decisivos debates que en esos mismos días se de– sarrollaban en el seno de la Sociedad Patriótica. Los libros clásicos que Paz Soldán en 1868 y Mendiburu en 1874 co– menzarnn a publicar no olvidan deliberadamente a Túpac Amaru y a Vis– cardo ni tienen sus autores inconfesables motivos pan omitirlos. Ciertas formas de la amnesia permiten que en todos los tiempos la historiografía se elabore desde un presente, para esclarecerlo y explicarlo y que ese pre– sentismo, exagerado en veces, impida llegar hasta los orígenes verdaderos de los procesos históTicos. El presente de esa segunda mitad del siglo XIX era el estadio mas triste de la desunión y de los exacerbado~ nacionalismos hispanoamericanos que, en la expansión imperialista desencadenada por la segunda revolución industrial, facilitan nuevas y más opresivas formas de dependencia en nuestro continente. Desde ese presente, la independencia se aparecía ante cada Estado, celoso de su territorio y de su historia, como un proceso propio, autónomo, casi excluyente, a pesaT de los ideales de San Martín, O Higgins, Bolívar y tantos otros próceres americanos, por los con– flictos que las guerras emancipadoras habían dejado como secuela, especial– mente en nuestra patria. Desde esa perspectiva, para nuestros historiado-

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