Los ideólogos: Juan Pablo Viscardo y Guzmán

XCII ÉSAR PACHECO VÉLEZ menos se esperaba, un si tema contrario al que su desconfiada política ha– bía invariablemente ob er ado, ha resuelto dar armas a los españoles ame– ricanos, e instruírles en la disciplina militar. Esper a, sin dud a, ob tener de las tropas regladas americanas el mismo auxilio, que halla en España de las bayonetas para hacernos obedecer. Más, graci as al cielo, la depravación de los principios humanos y de la moral no h a llegado al colmo ent re nosotros. unca seremos los bárbaros instrumentos de la tiranía, y antes de manchaT– no con la menor gota de sangre de nuestros h ermanos inocentes, derrama– remos toda la nuestra por la defensa de nuestros derechos y de nuestros in– tereses comunes". ViscaTdo dedica las últimas páginas de su manifiesto, las mas elo– cuentes y brillantes a poner en evidencia esa nueva política metropolita– na y a fundamentar en todo tipo de razonesi -políticas, económicas, socia– les, culturales, geográficas y, sobre todo, morales- la legitimidad de Ja se– paración y Ja irrenunciable misión h ist órica que corresponde en esa gesta libertaria a Jos criollos. Se trata, pues, de un manifiesto político cuya mayor eficacia está en el acierto con que mueve determinados resortes psicológicos y apela a rea– lidades concretas no del pasado mas o menos remoto, sino de los mismos días en que escribe su Carta. Las inspiraciones ideológicas de la "Carta" La proclama viscardiana aparece en momentos de exaltación de la libertad y de los derechos ciudadanos y de impugnación de la monarquía. Pero Ja maduración del pensamiento políti co de su autor no se produce por la influencia exclusiva de la realidad fra ncesa de los años en que él puede conocerla mas directamente, a partir precis amente de 1789, cuando viaja por segunda vez a Inglaterra. En rigor, en el alegato de Viscardo pueden distinguirse tres líneas de pensamiento: la que inspira la llamada leyenda negra le propoTciona los principales elementos para su impugnación del fenómeno colonizador espa– ñol. En segundo lugar las doctrinas suarecianas sobre el poder civil, las llamadas doctrinas pop-ulistas, fundamentan sus tesis sobre el pacto colonial, los derechos de los americanos dentro de lo que puede ll amarse la concepción tradicional de la constitución política indiana y la monarquía social y repre– sentativa del imperio español y la legitimidad de la rebelión. A esas dos fuentes inspiradoras se añade como un aditamento mas revoluci onario la concepción ilustrada y enciclopedista de Ja soberanía, especialmente de Mon– tesquieu, Rousseau y tal vez, Filangieri.

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