Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

XII LBERTO TAURO abu o, porque tiende a la fraternidad y la comprensión entre los hombres; y para re olver [acerca de la justicia o la injusticia ] no se necesita sino la razón de preocupada' 5 • Tan diversas proyecciones y valores tan señeros, permiten comprender por qué fue deificada la razón durante los hervores de la gran revolución francesa; y que su guía fuese invocada en la grave coyuntura determinada por la independencia peruana. Vi ta como fuente y cauce de los esfuerzos humanos,. la razón iden– tifica e ilumina los pasos de la acción y la esperanza. Es el fundamento de la ciencia en cuanto observa, acumula, critica y sistematiza las alternati– vas de la experiencia; pero no se recrea en el conocimiento sumo, porque da origen a un discurso sin oposiciones que se pierde en el infinito, y sólo e solaza al realizarse en obras que por su fo rma y su destino correspondan a la perfección racional; truécase por eso en potencia, y en grado imponde– rable la infunde a los hombres cuando bosqueja los contornos alucinantes del futuro. Tal como lo denota Manuel Lorenzo Vidaurre en su dialéctica y sus actitudes apasionadas. Movióse ante la contemplación íntima y pro– funda de la situación imperante en lo dominios españoles de América, ante la urgente y notoria necesidad de remedios que aliviasen la creciente ine– ficacia del régimen colonial, y ante los conflictos que ensombrecían las re– laciones sociales; y aplicóse a esgrimi r su elocuente verbo para revelar he– chos que la autoridades ocultaban o ignoraban maliciosamente. Dirigió sus dardos contra el inmovilismo que alentaban los privilegiados, contra la insensibilidad y el desacierto. Y no sólo reclamó las providencias que a la sazón se desprendían de las enseñanzas de la historia, sino los oportunos con ejo de la razón. Su actitud cortesana fue respetuosa, pero altiva; dis– creta, pero franca y aun admonitoria. Y cuando as umió su independencia republicana desahogó la cólera del ofendido, al par que reivindicó su parti– cipación activa en la empresa civil, y ofrendó un rebosante caudal de ideas e iniciativas para definir la forma y el contenido de las nuevas institucio– nes. A veces pareció turbulento y versátil; pero su conducta estuvo siem– re motivada por la virtud que en esos tiempos alentó a los hombres ilustra– do . Se ba aba en el descubrimiento de una verd ad, sofocada por los ri– tuales formuli mo de la vida o por el imperio de las costumbres arraigad as; y derivaba hacia un irrefrenable deseo de propagar aquella, y difundir así los beneficios ligados a sus aplicaciones prácticas. E obvio que Manuel Lorenzo de Vidaurre alentaba un altruísmo fundamental: " o hay cosa más fácil que el bien público, cuando el hom– bre e tudia en 'l como en sus propios intereses" 6 • Pero no puede soslayar– se que también estaba contaminado por cierta proclividad al dogmatismo y la ufici ncia, debido a la pasión nacida en la solitaria contemplación de • Cf. su PJan d 1 P rú. u En su Plan del Perú.

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