Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

PRÓLOGO XV en el estado en que se halla la causa pública, puede ser que algún día se adapten todos o algunos de ellos" 1 6. El momento era propicio para una construcción tan optimista: 19, porque la cautividad había incapacitado a los reyes de España para ejercer la soberanía sobre los pueblos de América, y automáticamente habían recu– perado éstos su libertad natural; y 29 porque después de seT restablecido en el trono Fernando VII, los americanos habían disuelto el "pacto" que los unía a la monarquía, y, mediante los sucesivos pronunciamientos en favor de la independencia, habían declarado su voluntad de ser libres. Ya no estaban sujetos a ningún vínculo, no reconocían la vigencia de ningún man– dato, y enérgicamente rechazaban 'a las autoridades que antes les hubieran sido impuestas. Querían relegar al olvido la violencia y los odios, para aco– gerse a la bendición de la paz y conducirse por las vías de la fraternidad y la conciliación. Repudiaban los efectos de la intriga y del sórdido interés, para poner en práctica la virtud civil y obedecer el mandato de la ley. Aun es posible que alentasen cierto deslumbramiento, al ver llegada la oportuni– dad de someter a prueba las teorías de la ilustración; y asumiendo la situa– ción atribuida a los orígenes de la sociedad, imaginaban que era preciso ac– tuar sin malicia y con absoluta ingenuidad, porque las expectativas indivi– duales estaban indisolublemente subordinadas al destino común. Tal co– mo lo enunció, o lo sugirió Manuel Lorenzo de Vidaurre cuando trazó su Plan del Perú -no sólo en el libro de este nombre sino en toda su obra-: de una parte, haciendo la crítica de los fundamentos y las viciadas formas de la organización colonial; y de otra parte, insinuando reformas o propo– niendo las bases racionales del nuevo edificio social que todos los peruanos estaban comprometidos a erigir. Quizá pueda argüirse que se halla ajusta– do a un esquema ideal, y en ciertos aspectos denota afinidades mecanicis– tas; pero no deberá olvidarse que es el fruto de una medinación solitaria, desenvuelta en la vorágine de imbricados conflictos personales y colecti– vos; y se apreciará cabalmente la lucidez de los conocimientos aducidos en ella, la proporcionada macicez de la argumentación y la elocuencia, el reto que su anticipación utópica opone a la pacatería y la inercia, la intuición que abrillanta los matices concebidos para el futuro por conquistar. Ante sus previsiones, es posible reivindicar para nuestro país el pri– vilegio de haber sido el primero cuya vida se haya querido sujetar a un plan. En la profundidad de la crisis histórica del dominio español, fue la respuesta preparada por la razón para superar sus angustiosos efectos; alen– tó la esperanza común en el · triunfo sobre la injusticia, el despotismo y la miseria, tal como lo hiciera Platón en su utopía republicana; y legó un men– saje permanente en su defensa de la dignidad humana y del común derecho a la felicidad. Sostiene pTincipios que se adelantaron a su tiempo, que aún hoy mantienen su modernidad, y en los cuales se halla una anticipa- 16 Id.

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