Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

47 IA UEL LoRE zo DE VrnAURRE tierras y medios para cultivarlas. El paisano no verá en él un enemigo, sino un compañero, y la patria será sostenida poT los vínculos de una fraterni– dad perfecta. No para ser felices renunciemo al pudor y la moral como los lacedemo– nios. ¿Traeremos por ejemplo a esa nación bárbara e injusta que sostuvo la guerra contra los mesanienses y los de Argos sin algun derecho, y que sacrificaba a la muerte o al vicio a los ilotas? Nosotros podernos ser di– chosos siguiendo las leyes de la naturaleza y sin contrariarlas. Seamos to– dos soldados como los lacedemonios, in franquear nuestras mujeres, recomen– dar la desnudez, invadir países pacíficos, ni ver el humilde y triste sem– blante del esclavo desesperado y tímido. ea entre nosotros ley del dere– cho entre naciones, que todo ciudadano desde los dieciocho hasta los cin– cuenta años, esté pronto al seTvicio de las armas: todos asistan a los ejerci– cios doctrinales. Se trabaja sei horas al día para conseguir el sustento ¿poT qué dos cada semana no se han de invertir en el estudio de las armas? Este trabajo es el que asegura el alimento, la habitación, la familia, la patria. Si hoy se presentasen a nuestra vista las armas que ponían sobre si los romanos, nos parece·ría imposible que algún hombre pudiese dar algunos pasos con ellas 43 • Con todo las llevaban por muchas leguas, combatían y vencían; y el peso les parecía muy ligero. Este es el efecto de la costum– bre y la educación. Yo no puedo voltear una llave que esté fuerte; un hom– bre del campo la rompe por el medio. ¡Que no hacía Torcuato, que no ha– cía Mario! Mientras que los germanos e educaron en los pabellones, eran los más respetables de Europa, conservan parte de ese vigor pero siempre Napoleón les dió la ley mientras el mundo no se reunió contra su ejército. Yo no sigo la doctrina de Adam Smith; él dice que las milicias jamás pueden tocar el grado de perfección de las tropas regladas. Yo creo que es posible si se adiestran oportunamente Los argumentos son dos: 19: que el miliciano tiene otro ejercicio a que contraerse, y el soldado sólo el militar; 29 que el uno se acostumbra a la obediencia, no el otro. Pone los ejemplos que halla más opoTtunos, y concluye con una aserción absoluta de su pen– samiento contra las milicias. Respondo: el manejo de las armas y las evoluciones son hoy tan sim– ples que puede el hombre de menor talento y aplicación pedeccionarse en ellas dentro de muy pocos días. Yo no puedo menos que hacer la crítica de este grande hombre. El no cree que la milicias podrían instruirse en po– cos días y concibe, contra la práctica del aprendizaje que unas cuantas lec– ciones podían hacer un relojero ú otro artista. ¿En. cuánto tiempo se hizo Pichegrú gran GeneTal? ¿en cuánto O'Higgins, Padilla, San Martín, Gua– dalupe? No hablo de mi héroe porque jamás pudo ser puesto en compara– ción: los s rnidioses salen peTfectos de las manos de la naturaleza. Un ciu- 4 3 Asombra el viaje que hizo Severo desde la Panonia a Roma en mu pocos días.

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