Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos
DISCURSO DIRIGIDO A LOS SEÑORES MINISTROS PLENIPOTENCIARIOS CERCA DE LA GRAN ASAMBLEA AMERICANA Los habitantes de las Américas que fueron españolas, se cubrirán de infamia para con todas las naciones conocidas, si no promulgan leyes tan sabias, tan equitativas y tan justas, que aseguren su felicidad presente, y la de sus descendientes por muchas generaciones. Restituídos al estado de naturaleza, libres e independientes, en posesión perfecta de todos sus de– rechos, gozando del albedTío que les concedió el autor sublime de los seres, son más perfectos que en los días próximos a la creación. Entonces el hombre no podía ser prudente porque no tenía experiencia, no podía pre– caver el mal porque no lo conocía; no podía gozar, porque no había sen– tido lo vivo del dolor y los placeres. Hoy, en el uso de sus facultades, las más completas, distingue lo justo de lo injusto; lo útil y agradable, de lo pernicioso y molesto: lo seguro de lo peligroso; la fruición de las delicias mo– deradas contínuas, de los goces momentáneos aunque intensos. El tras– torno de mil imperios, el flujo y reflujo de las riquezas en las paTtes del mundo conocido, la destrucción de unas ciudades, la elevación de otras, la grandeza y decadencia de los Estados, todas son lecciones de que pue– de aprovecharse, todas son reglas que se ofrecen para su presente conducta. Entre las muchas Tevoluciones físicas, morales y políticas, que refie– ren las historias y examinaron los filósofos, la nuestra no tiene ejemplo. Las dinastías se sucedieron en la China desde Fo-Hi, hasta que el tártaro se aprovechó del trono; los egipcios cuentan 341 generaciones hasta Sethon; los persas sucedieron a los medos, como éstos a los asirios; los romanos los sustituyeron a todos; una nube de langostas sale del norte y se apodeTa del Mediodía de la Europa; el Infante don Enrique y Colón descubren un nuevo mundo; Cortés y Pizarro y otros criminales aventureros, destronan soberanos y se apoderan de la cuarta parte del globo. La humanidad nada alcanza; cada día es más esclava de las pasiones veTgonzosas de unos pocos y cómplice de los crímenes de éstos, por una obediencia irracional pasiva, que les hace desconocer su degradación y casi olvidarse de su noble origen. Se mudan las dinastías, no los vicios del gobierno. Aun cuando el griego, el romano y el caTtaginés en lo antiguo parece que amaron la libertad, inestables, inconstantes, desconfiados, envidiosos, descontentos de sus territoTios, grandes guerreros pero malos ciudadanos,
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