Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos
DISCURSOS 485 El segundo peligro se cautela con reglas muy sencillas: primera, que los gobiernos confederados se garanticen su libertad é independencia. 2a. Que nunca se confíe a un individuo más poder que el necesario al fin para que su autoridad fue instituida 1 . 3a. Que cuanto mayor sea el poder, menor el tiempo que se ejerza, si esto es compatible con su objeto, 4a. Que al que e confía la fuerza, se le haga siempre depender de la parte de la nación que e halla desarmada. Sa. Que no se tengan ejércitos permanentes, sino en tiempo de guerra. 6a. Que se evite este espantoso mal inconciliable con el orden interior de las sociedades, por cuantos medios estén a nuestro al– cance y dicten el honor y la prudencia. . No olvido que desde un Tincón del Escorial o de Aranjuez se formen cálculos para nuevas expedicione . El caso lo hallo casi imposible. La his– toria de España me da las pruebas. ¿Pudo Felipe II, o su hijo ni su nieto sujetar a Holanda? ¿Pudo Felipe IV recuperar Portugal? ¿Se hubiera con– seguido otra vez la Cataluña a no ser por la generosidad de la Francia? ¿Ha vuelto Gibraltar a los españoles? ¿RestauTaron la Jamaica? La historia de lo tratados puede llamarse de las renuncias de la España. Cuanto se ganó en Pavía y San Quintín se peTdió en el Vervins, Westfalia, los Pirineos, Ni– mega, Aix-La-Chapelle y cuanto se han celebrado hasta el día. Las Flo– ridas no se con iguieron por el de París, lo Americanos del orte hicieron que se les cediesen poT la fuerza. Recordemos algunas circunstancias. Felipe II, consciente de que sus tropas vivían del saqueo, desespera más y más a los holandeses. Carlos II tiene que tomar empréstitos al quince por ciento, y quiere vender los Vi– rreinatos de Perú y México para so tener la guerra. Esto era cuando los Reyes de España tenían el Sol siempre alumbrando en sus Estados, cuando eran obedecidos sin réplica ¿Qué valdrían hoy sin colonias, sin unión interior y guarnecida la penín ula de 100 000 francese ? Se muy bien cómo se formó la expedición destinada contra nosotro que fraca ó en Cádiz el año de 20: en ella se emplearon las indemnizaciones que pagaron los franceses, el bolsi– llo secreto del Rey, y los últimos podridos cascos se han remitido a la Ha– bana. No hay arma ni di posición en los españoles para venir a morir en estos países al golpe de la lanza o el rigor del clima. o es mi ánimo influir en que nos desarmemo . Todo lo contrario: auméntense nue tra fuerzas terre~ tre y navale : pero no sea para dejaTlas en la inacción y lo cuartele . Demo un golpe a e a nación ob tinada que la e tremezca. E perar que nos acometa e esperaT al Me ía : e e tar eter– namente armado . Obliguemo a nuestra enemiga a que ceda de su teme– ridad y capricho. Toda la Europa de aprueba u conducta. o la li onjean ni los mismos príncipes de la Casa de Borbón. inguna nación tiene inte– ré en que la E paña continúe la guerra: el oto general e por la paz. m 1 Legisladores: no olvideis esta máxima, es el código de las libertades públicas, y la garantía de los derechos sociales.
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