Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

10 EL LoRE zo DE Vrn URRE le punto por í y u magi trado , la repúblicas florecerán, le amarán l:J. Ya allo , le tem rán 1 podrá decir que ha llenado lo dere– cho inmanente tran eúnte de la maje tad. inguno puede quejarse porqu el Rey haga lo que él mi mo haría en 1 e tado natural, o por mejoT decir lo que él debería hacer; pue mucha veces por el amor propio y por la infinita pa ione erraTÍa o con re pecto a í, o con re pecto a lo demás hombre . La de gracia contra e to proviene de do principios: o que los reye no conocen, ni quieren conocer lo que son, o que teniendo buenas intencio– ne e entre an a mini tro imulado , hipócritas, llenos de ambición y de lo má dete table vicio . Cualquiera qu ea de éstas la enfermedad del • tado, ella oca iona lo male má normes y e pantoso . El primer caso e el má terrible: el segundo deja al vasallo el miserable con uelo de decir. ·Oh i el monarca lo upiera! 1ientras al príncipe no se le contempla au– tor, o cómplice en la opresión, se le ama, se espera el remedio y no se proce– de al últim abandono. olamente el olvido irrita y entonce trata el hom– bre de recoger y ampararse de aquello derecho , que paTa su bien había depo itado en el gobernant . En toda la edades han ido má lo pueblo que gimen, que lo que pueden llamar e di ho o . Lo reinos militares ca i siempre fue– ron de póticos: lo hereditario tenían en u príncipe el verdadero retrato de la voluptuo idad y del orgullo. La ley s, según l concepto de un abio, eran como la tela de araña, que detenían al débil y rvían de irri ión a Inglaterra me franqueaban una prueba incon estable de mi o.pinión. Yo veía que al primer hombre no Jo suj ta una carta entre los debidos límites. Las cábalas, intrigas maniobras para ganar a los Comunes y extender la autori– dad, acreditan que el despotismo es inherente al trono y al cetro. Esta ver– dad la hace palpable nuestra desgraciada historia. Iturbide antes de ayer fue cruel ejecutor contra sus hermanos los nacidos en la América: él obraba como un vasallo de la España, el más adicto a ella; ayer se hizo Emperador y hoy es ya tirano y déspota. ¿Y aún creeremos, que el gobierno monárqui– co se debe so tener? Este reproche no puedo hacerlo a nadie con más jus– ticia que a mí mismo. Yo escribí muchas veces contra las repúblicas. Yo creí que esta clase de gobierno no era capaz de perfección; yo me he desen– gañado d mi rror. H visto países republicanos donde reina la paz inte– rior y florecen las artes y el comercio. Aquí Ja hermosísima virgen cami na sola por call s y montes sin otra custodia que la educación y las leyes; aquí el primer president erá juzgado d un crimen, como cualquiera de sus conciudadanos; aquí no s ven uniformes ni fusil s, porque se aborrecen los signos d la opresión y porqu la voz d un Ministro es bastante para con– ducir a la captura d l d Jincuente má feroz: aquí son desconocidas las cin– tas y las joyas, adornos xteriores d los cortesanos; las virtud s distinguen a los hombr s y n la rectitud d sus pro · dimientos llevan las jecutorias y Jos títulos. 6 Y por quf. las Américas pañolas no imitarán una clas de gobierno cuya bondad y .1usti ia está ya probada? ¿Por qué no quieren seguir el ca– mino d" la f licidad cuando s les descubre y presenta? Es porque aque– llas P?ras p rsonas que ti nen alguna ilustración, sólo meditan su engran– d c1m1 nfo· es porqu los pueblos no han hecho la expertencia de su pod l" <· porqu . s<• ha creído qu la naturaleza crió dos Jases d hombr s uno~ rn1r<i oprimir y mandar otros para obed c r y sufrir. '

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