Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

PLAN DEL PERÚ 13 que teniendo tanto código la paña y cada uno con millare de leyes, mu– chos ca os quedasen al arbitrio de magistrados que fluctúan para sus deci- ione en un caos de autores que han e crito con opiniones diversas. Lo má sen ible es, que en s mejantes dudas prevalece la doctrina que más aco– moda al empeño o al cohecho se cree satisfacer a la justicia, diciendo, el señor Castillo ha pen ado de e t modo. Yo dirigí mis papeles a Dn. Ma– nuel Godoy;:¡ ahora ocho años, refiriéndome a casos prácticos de la Real Au– diencia de Lima. Prometí continuar mi tareas, pero por el desprecio o indiferencia con que e vieron, me detuve en mi empresa para la que sa– crificaba las hon de la medianoche, que eran las únicas que me dejaban en libertad mi cliente . Pero en estos días, en lo que al mismo tiempo en que nos hallamos comprnmetido en una guerra tan necesaria 6 , se desean los medios de felici– tar la monarquía y e concede permiso para hablar sobre esta materia, lo das ni los bienes tienen custodios firmes y desinteresados. Este es el caso de una república, la mejor constituida, mientras carece de buenos códigos. Puede el letrado alucinar, decidir el Juez por capricho o ignorancia, prospe– rar el inicuo y ser víctima el inocente. Como yo no hallo un gobierno que tanto me agrade, como el de los Es– tados Unidos de América donde ahora estoy, ninguno por la misma razón me– rece para mí, en esta materia reproches más serios. Sean defectuosos, el có– digo Teresio, el de Catalina, y los de ambos Federicos; séalo el de Napoleón y también enhorabuena el de la Inglaterra misma; no puede ser justo ni per– fecto lo que nos viene de la mano y voz de los tiranos. Esta situación dista mucho de aquélla en que se hallan los pueblos verdaderamente libres y que quieren serlo. A éstos les es muy fácil dictar las mejores leyes. Ninguna mira, ningún interés, ningún poder puede oponerse a fin tan loable. Yo me escandalizo al oir decretos de prisión por deuda y a la vez antes de ser pro– bada. Me admira la facilidad con que fallidos maliciosos burlan a sus con– ciudadanos y los precipitan en el estado de desgracia, que ellos no sufren, pero que fingen padecer. Hágase un cotejo: en la cárcel pública un padre de familia por una deuda, que no hubiera contraído si un doloso fallido no le hubiese robado su caudal; en las calles y plazas este malhechor, bajo el amparo de las leyes. Proviene esto de haber roto una de las cadenas con que la Inglaterra esclavizaba, que era su gobierno ; y haber dejado otra en sus códigos imperfectos ; diré mejor irracionales. Noc::otros los americanos del Septentrion y Mediodía ocupémosnos des– de el momento en trabajar una legislación tan perfecta cual puede conse– guirse de la naturaleza humana. Muchos concurrirán gustosos a obra tan ne– cesaria y útil. Si enseñamos al resto de los hombres a ser libres, enseñémos– les también a ser justos. Una perfecta legislación puede contenerse en un código de doscientas fojas . Simplifíquense los contratos, declárense los de– litos, dictense reglas y penas, el resultado es brevísimo. El que reciba tan digno encargo presentará al Congreso sus trabajos, con explicaciones sabias y sucintas. Tomando de Volney los tres principios, Libertad, Igualdad y Jus– ticia, las consecuencias, que son las acciones del hombre en sociedad, son muy fáciles de conocer. Con estos datos escribí mis tratados de censos y donacio– nes. Cuando los presenté a las Cortes fue con el intento de que se revoca– sen muchas leyes en estas materias y se dictasen otras. Me era muy fácil ha– ber continuado como se me ordenó. Las persecuciones sufridas no me han permitido otra distracción que mis Cartas Americanas. En los cinco prime– ros volúmenes de mis obras filosóficas se puede decir, formado el código criminal. Quitadas las disertaciones y discursos muy pocas fojas. :> Corresponde al año de 2. de este siglo. 6 Era el año 10 de este siglo.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx