Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

16 1A EL LoRE zo DE VmAURRE dan retener la cau a de ju ticia, e apropian la que le acomoda y se nie– gan a la apelacione bajo el pretexto d er asuntos de gobierno. La más pequeña úplica e recibe como un atentado: e hacen árbitros en la elec– cione de aquello cuerpo que tienen u particulare ordenanzas y al que Teclama u derecho e le in ulta y persigue como a un díscolo. La Real udiencia compue ta en u ma or parte de individuos criminales no tiene fuerza para o tener e y la razón e la qu ufre y con ella el de valido. n estos día se ha negado Dn. Fernando de Abascal a entregaT los proce- o de lo religio o de la Buena Muerte y Agu tino : se mandaron dar los te timonio y e cuenta con que a habrá concluido u virreinato, cuando llegue la re olución. De e ta do causas n la una tuve la consulta, en la otra fui defen or. E. ta era un ca o d vi ita: convencido un prelado local de lo má enorme crímene , no e atrevía a negarlos; con todo, un oculto re peto protege el a unto, el ase or e o-anado y la con ecuencia fue, que se mandó su pender la causa, restituir al delincuente a u prelacía y apercibir al provincial. En vano se expusieron las deci iones del tridentino en materia de visita , la impo ibilidad de queja o apelación, la Bula de Clemente VIII, que impone pena al recurrente y al Juez, la leyes de India que oTdenan no e le impida a lo regulare u jurisdicción y antes bien se les proteja, el e cándalo público, la in ubordinación que había de er el Tesultado. La elocuencia de Demó tene en nada hubiera influido, porque pre– ponderaba en la balanza el respeto enunciado y el a or que podía resistir coadyuvaba a lo mi mos designio . ¡Pero qué extraordinaria disposición de la providencia. El religioso se retracta estando en libertad, en su puesto rndeado d protectore : ocurre al mi m Virrey para qu d j a u prela- Me parece imposible que esto atentado fuesen desconocidos en Madrid; lo que hay es, que la España no consideraba segura su dominación, sino embrute– ciendo a los americanos por un rigor y una tiranía continuada. Pero es de admirar la facilidad con que las pasiones mutuamente se de - ruyen. En Lima sucedió lo que en París en los reinados de Luis XIV y XV. Estos monarcas deseando que su gloria se elevase sobre los demás reino , protegieron grandes poeta , elocuentes oradores, profundos filósofos. Fue el re– sultado ilustrarse el pueblo en sus derechos y destrozar las cadenas que sólo pare ían fuertes porque no se habían balanceado con los brazos que debían romperlas. Funda Amat el gran Colegio de San Carlos: en él la filosofía mo– derna y el estudio del derecho natural y de gentes enseñan al niño a discu– rrir como no pensaron sus abuelos. El matemático siempre raciocina por principios, el publicista conoce aquéllos en que deben fundarse las leyes: ambas ciencias se unen para proteger la justicia y oponerse a los tiranos. Le debemos a Amat el origen de nuestra dicha; mas no fue la última fuente que nos proporcionó. Hasta un tiempo se desconocían las milicias provinciales y fue e por ven– der los grados, o por otro interés menos ruin, él enseña el uso de las armas. ¡A los esclavos ponerlos en situación que puedan conspirar a su libertad! ¡Terrible error en la política! Los tfranos siempre procuran desarmar los pueblos; esta ley nunca fue variada. Amat lo conocía, mas creen que quiso levantarse con el Perú y para ello debía organizar ejércitos que lo sustuvie– -; n contra Ja España. No tuvo tiempo de realizar sus ideas y dejó aunqu <>n su primera infancia una institución qu contra su voluntad había de co– m nzar a SC'rnos útil a los treinta y ocho año .

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