Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

20 MA UEL LORENZO DE VrnAURRE tu ie en cuando menos doce jóvene nobles, sacándolos de aquella oscuridad en que los contrastes de la suerte suele constituir a las familias más ilustres; epultándose por la necesidad en los crímenes más vergonzosos, los que de– bían por su nacimiento ocupar los primeros puestos de la república. Dejando el método, orden, buena dirección y medios en esta mate– ria a lo militare que para su organización elija Su Majestad; yo me con– traigo a tratar de la policía. iendo mi ánimo proceder con justicia sin faltar a la veTdad ni oprimir al mérito, aseguro que jamás conoció la ciu– dad de Lima, un estado más ventaja o que en los días de gobierno de Dn. Fernando de Abascal. Lo primero que hizo fue extinguir la superstición sobre entierros, formando un panteón hermo o y obligando a que en aquel lugar y no en otro se deposita en los cadáveres. Cuán ventajoso sea esto a una república ya lo han dicho otras plumas y no se necesita una nueva 5 . " Siendo imposible que las obras de los hombres sean tan perfectas, que en ellas nada se note de irregular ; en las dos grandes ciudades de New York y Philadelphia donde he estado, admiré que los sepulcros se hallaban entre la ciudad y en las calles más principales. Siguiendo mis observaciones, ví en la segunda una bellísima plaza desfigurada por uno de estos antiguos ce– menterios. Pregunté, ¿por qué el gobierno no había remediado aquel defec– to? Se me contestó, que los propietarios de aquel sitio no habían querido cederlo ni venderlo, que las propiedades en estos estados eran tan sagradas, que a pesar del bien general que se reconocía, no se había querido que los dueños fuesen violentados a la venta. Ví también en la calle Arch, una es– cuela en el centro de un cementerio. Esto me pareció aún más contra lo fí– sico-político, que el desfiguro de la anterior citada plaza. Los niños por la violenta circulación de la sangre y excesivo calor, son más dispuestos que los hombres a recibir en sí los efluvios de los cuerpos que los rodean. Hume– deciendo el agua los sepulcros y saliendo después el sol, los vapores han de ser muchos y todos malsanos. Los jóvenes, quedan expuesto a enfermedades gravísimas y tal vez a mantener por toda su vida un fornes de dolencias. Yo no estoy aún instruido en los códigos que aquí rigen. Mi estudio an– terior de las leyes inglesas sólo se contrajo al modo de enjuiC'iar en lo cri– minal, lo que he tenido por sublime. Sean cuales fuesen las disposiciones legales en estas materias, diré francamente, que las propiedades en la socie– dad son menos extensas que en el estado natural, porque son más seguras: lo que se pierde en extensión se gana en seguridad. No hay publicista que no convenga en que las casas, prados y herederos pueden destinarse a la so– ciedad en común, cuando una necesidad imperiosa lo exija. Tal es en tiem– po de guerra la de formar baterías, canales, fosos en aquellos sitios; o derri– bar lo fabricado, para que el enemigo no se haga fuerte allí. Y la salud pú– blica sólo consiste en defenderse de los enemigos exteriores. Esto es mu– cho más fácil que oponerse a los infinitos males que continuamente esparce la débil naturaleza. Las pestes, los contagios, toda clase de enfermedades se deben precaver, por un buen gobierno. Estos son enemigos ocultos, que nos acometen cuando menos pensamos. Los remedios preventivos se han de abra– zar, aunque en alguna pequeña parte se limiten las propiedades particulares. Yo no convendré jamás, en que por un vano escrúpulo, los muertos maten a los vivos. Todos sabemos que el derecho natural se modifica, reunidos los hombres en sociedad. Pero, pregunto, ¿aún en el estado de naturaleza independient s1 existió alguna vez, un hombre podía poner un sepulcro en las cercanías de Ja casa de otro hombre? De ningún modo el d recho natural concede la li– bertad de las acciones en cuanto no perjudiquen a nuestros semejantes. El que veía que s sepultaba un cadáver al lado de su choza, podía impedirlo y r sistirlo: Ja obstinación n aquel acto seria una injusticia.

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