Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

PLAN DEL PERÚ 23 das . e me llegaban a romper los apuntes y me avergonzaba de tener que e cribir en correo repetido a los interesado "su pleito de V. no ha conti– nuado"1. ¿Cómo el que mira su honor y su hacienda en unas manos tan impías, no ha de pre tar oídos a cualquiera sugestión que desdiga de la lealtad? El t ercer agravio e el tiempo de las votaciones. Si los oidores es– tán convenidos y llevan las sentencias vendidas desde sus casas, en el día se estampa el fallo; pero si no es así, sino que la materia les es indiferente, o interesándoles no están conformes, se demora la resolución meses y tam– bién años 2 • Ya de las razone alegadas por las partes no hay el más pe– queño recuerdo ; o se vota como quien tira un dado, o se decide lo que des– de los principios e habían con justicia o sin ella propuesto. ¿Y esto se observa únicamente en las definitivas? Io; la Tesolucione de los artícu– los, sufren igual demora y ucede que han pasado años y no se ha contes– tado la demanda, o no se ha re pendido a la expresión de agravios. La cuarta ofensa que se hace a los vasallos de S.M. se funda en la arbitrariedad y notoria injusticia con que se procede muchas veces. Por los ejemplos se hacen las ideas más sensibles; voy a extractar un caso muy reciente 2 ª. Los herederos del Dr. Dn. Antonio Boza. tenían un fundo TÚS– tico llamado Quípico; tratarnn su venta con Dn. José Pío García en doscien– tos ochenta mil pesos fuertes, seis año de plazo y el tres por ciento al re– batir. Algunos de los interesados se retractaron a los pocos días, dijeron que a las condiciones expuestas se había añadido la de darles dos mil pesos anuales; y que rehusando esto el comprador, quedaban en libertad de ven– der su hacienda a quien tuvieran por conveniente. Dióse traslado, contes– tó García qu e estando todos lo heredero convenidos en romper el con– trato, no insistía en su permanencia; pero que e ta condición nueva, en rea– lidad se le había propuesto, pero que no la había aceptado y que sin ella se habían cerrado los pactos como constaba del in trumento. Sin otra subs– tanciación, sentenciaron los oidores que el contrato subsistía y que a los herederos que habían reclamado se les diese pronto en dinero efectivo, no los dos mil pesos que pedían, sino toda la parte que les correspondía de los doscientos ochenta mil pesos, sin espenr el plazo; esto era contra lo pac– tado y confesado, y lo que es más, contra la solicitud misma de los litigan– tes. Protesto que en aquel día pensé abandonar la profesión; echar al fue– go mi numerosa biblioteca, e irme a vivir con mi familia a un país distante Y desconocido. Estas fogosidades, contemplé, no convenían ni con mi ofi– cio, ni con mi edad y formé un recurso del que se sacaron muchas copias 1 En éste o peor estado hallé la Audiencia de Puerto Príncipe cuando en– tré de Oidor. El público es juez de cuanto trabajé y adelanté en su reforma. 2 En Puerto Príncipe hay un Oidor que vende hasta los recibimientos de los abogados. Un compañero, le dio en cara con ello en pleno tribunal. Yo estoy ahora escribiendo su vida política. 2 ª Año de 1810.

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