Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

DEL PERÚ 25 La mala conducta de los oidores consi te en que todos tienen por unico objeto el enriquecer; comercios, haciendas, giros públicos y si faltan medios proporcione para lo tratos, otros recursos más C'riminales 4 b. Amistades, concubinato , banquete , diversiones, acompañadas del orgullo y soberbia má refinada; ningún estudio, la meditación proscripta, el deseo del bien público de terrado de su corazones; tales on las prendas que ador– nan a lo oidores ignoTante , codiciosos, fieras devoradoras, que destrozan, insultan y arruinan. 1 marido no tiene segura la más fiel consorte, una familia ilustre e ve expuesta al abatimiento en l estupro de una hija; los antiguos mayorazgos ven arrebatados su primogénito para casarlos con las hijas de esos sofí ta . Para poblar la América se abrieron los presidios y las cárceles, para magistrados se han remitido, hijos de carboneros, barberos, albeitiares y otros individuo de la hez de la Europa. La Helvecia debió el origen de su libertad a la soberbia, robos y tiranía de aquellos tres inícuos magistrados que remitió a los cantones el impío Alberto. ¿Son menos fuertes o menos racionale los americanos? Yo me admiro cómo han sufrido, no a tres, sino a treinta mil. El derecho de los oidores se trasmite a los abogados. Recibidos mu– chos de la estirpe más baja, sus acciones corresponden a su nacimiento, sin que la ilustración les haga acreedore al empleo. La literatura no se ha exigido hasta aquí como una cualidad esencial. Presencié el recibimiento de un Capitán, que no había estudiado la gramática latina ni castellana. Siendo de carácter litigioso, creyó que haciéndose abogado le seTÍa fácil sostener sus pleitos. Su grosera ignorancia no fue un obstáculo. Entra en 4 b Cercana la isla de Cuba, al dichoso sitio donde se imprime esta obra, yo no citaría hechos falsos de los oidores de Puerto Príncipe, exponiéndome a ser convencido de calumnia. Uno de ellos cuya vida política ya dije antes estaba escTibiendo, sin tomar aún posesión de la plaza, se hizo protector de una vieja señora a quien se propuso heredar. Los infelices colindantes, vie– ron sus propiedades disminuidas en el momento. Llegó la imprudencia has– ta el extremo de que entre el protector y el difunto Oidor Arechaga se hacían los escritos en que ellos mismos habían de juzgar; creció la protegida, más e.n riqueza que lo que era en cuerpo, no obstante que lo tiene colosal. Con– tinuaron las usurpaciones hasta que llegué de Oidor, que fue la primera vez que supo se podían perder los pleitos. Entonces se tomó el partido d~ dete– nerlos, hasta que las intrigas hiciesen que se me trasladase a otro Tribunal. Se dirá, que éstos son casos muy comunes en todos los países donde ha habido oidores nombrados por la España, sea enhorabuena; yo señalaré otro qu~ sale d.e las reglas generales. El avaro Oidor fija la vista sobre el propie– ta~io más rico de Puerto Príncipe y se propone robarle de un golpe sesenta mil pesos. Denuncia a la real hacienda, las tierras que poseía como titula– das y pide, que se le dé el premio de la cuarta parte y el resto se le asigpe por la cantidad que ofrece. El oprimido se ve en un mismo día rico y pobre, c~n inmensos terrenos y sin un pequeño sitio donde se. recoj.an s~ ganados. Tiene que sostener un pleito en el que me consta ha mvertido mas de cin– cuenta mil pesos y al fin se transije con el tirano pagándole sesenta mil pe– sos; de los cuales cuarenta y ocho mil tiene recibidos y he visto los documen– tos. Yo expondré donde corresponde este asunto de un modo más extenso.

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