Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

30 1A UEL LoRE zo DE VmAURRE falta de palabra aprendieron a costa de su idas y su bienes de los e pa– ñole . El gran Colón puso la ba e a la superstición, valiéndose de la igno– rancia en un eclipse :i. El indio trabaja todo el año y trabaja para otro, no luce en sus fa– tigas, porque jamá le alcanza, ino para un poco de maíz y un vestido de bayeta. El fruto de . u labore que se busque en el Juez real que entró en el país empeñado en 10,000 pesos, en seis años paga lo que adeuda, y que– da con 100.000. Búsquese el tTabajo del indio en casa de los malos curas que rompen el arancel y en un entierro tragan lo que la famil ia oprimien– do su vientre ahorra en un año. Solicítase el trabajo del indio en esas es– tancias obrajes y fábricas, donde con el nombre de mita se les esclaviza, e les aprisiona, se les carga en cuenta las ovejas que mueren, las telas que se deterioran; siempre están deudoTe y jamás reciben cosa que sea de pro– vecho. Mucho se ha e crito sobre mitas; el fiscal Villalba formó un papel sublime, pues no comprende, la mitad de lo que hay de real y positivo 6 • Lo más en ible es que como notó Dn. Juan de Solórzano, se ]es daña aún cuando se aparenta beneficiarlos. Cierto protector de Lima 6 ª pretendió a la fábrica de muchos templos, pero fue para enriquecer bajo de un pre– texto de piedad que hiciese su nombre digno de elogio y aumentase sus te oro . El impío, dice el texto, e engaña en lo qu medita; los hurto , ha– cen aborrecibles su memoria. La admini tración de ju ticia es para intendentes y subdelegados la granjería mas provecho a. Se fomentan procesos que no debían iniciar. e formalizan negocios por escrito que podían y debían quedar concluidos en un comparendo. La de nuda firma del Juez se vende en un 1 eso. Abundan la vi ta d ojo , men ura y de linde para que corran la dietas. No se trata de buscar la verdad ino de oscurecerla. La sentencia sale en favor del que la puja y lo auto organizan d modo que no descubre sub tancia– ción regular. Mucha veces ocurrían a mí sos desgraciados y me traían sus pleito sobre un t rreno qu valía 100 ó 200 pesos y en el que habían ga ta– do 1,00 . I veía preci ado a ervirlos sin estipendio y me era más gra– -'O o cualquiera de e to a untos, que lo grandes que se hallaban a mi car– go. Mucha vece con eguía 1 fruto de mi compa ión, pero otras vencía la mentira a ociada de lo más enorme delito . S. M. también siente en u renta la usurpa ión mas notoria 7 • Se !i Ni la moral de Confucio ni de Jesucristo mismo era más sana, que la que pracUcaban los peruanos antes de la conquista. Su modo de sal udar era: no robarás; se contestaba, no mentirás. Un cura respetable de la provincia del Cuzco me dijo, con asombro y lágrjmas ; en las uaresmas me avergüenzo de las confesiones de los indios; en miles no hallo un pecado mortal. n Haciendo d fiscal pus una vista que se hallará impresa entre mis obras. Me opuse a que continuas n las mitas. Hu Don José Pareja. i Pus una vista sobre 1 nu •vu método qu d b observarse en 1a co– b1 :.inza d tributos, tambi n s hallará entre mis obras.

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