Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

PLA DEL PERÚ 37 El viaJero que de pué de una jornada penosísima, herido del sol, o helado con la nie e u pira por la hora del descanso, dobla su tormento al considerar el albergue que le espera. En muchas paseanas no tienen otro cobertor o techo que el cielo y son más dichosas las fiens y las aves que hallan a ilo debajo de las rama , o en la concavidades de las piedras. Ali– mentos no e logran i no e conducen, y si faltan ha de sufrirse el hambre. Algunas vece no se encuentra ni agua y un de cuido ocasiona la noche más desesperada y tri te. ¡Qué abandono a lo trescientos años de la conquis– ta! Los españole hemos prescindido del bien de aquellos naturales y del de nosotros mismos. Pero concíliese la e ca ez, el descuido, la negligencia, con lo exorbi– tante de los impuestos. Por pasar un puente que tendrá de costo doce du– ros, se exige un real a cada persona, y la contribución al año asciende a mu– chos miles. La misma paga sufre el caminante al que se le pone en una bolsa de cuero que llaman oroya, para tirarlo de un lado a otro del río. La primera vez que presencié por mis ojos e tas cosas, confesé que con justicia somos los españoles el ludibrio de las demás naciones. Por cada mula que pa a por la cordillera de Chile se exigen dos rea– les 2 , ésta es la embocadura del comercio de aquel reino con Mendoza y Buenos Aires, con la parte baja del Perú cuando se comercia por mar y la alta cuando es por tierra. ¿Quién podrá numerar las mulas que trafican por allí? El cálculo es grande. ¿Y cuáles son los caminos? Prescinda– mos de la cordillera misma en que no se da un paso con seguridad en va– rias jornadas, no se tiene el recur o ni de la más triste choza y ha de sufrir el caminante los ímpetus de la lluvia y del viento que a veces son tan vora– ces que arrebatan unidas un número crecido de bestias. Pasada la cordille– ra tenemos tres laderas de las cuales la una que se llama de las vacas, no tiene seis dedos de ancho y el pie mal puesto ocasiona la caída en un río caudaloso. Es preciso pasar al pie de un barranco de tierra y piedTas mo- , vedizas que se desprenden al impulso del aire; de las cuales una basta pa– ra cortar el miserable hilo de la vida. El arriero que me acompañaba en aquellos sitios me iba señalando, aquí cayó una carga de oro, y no se h a podido sacar; allí rodaron unas mulas de quina y se perdieron. ¡Qué bis- r~ los prontos viajes de Pompeyo y César, ¿se le dice algo de caminos? ¡Qué lmdas pinturas de las vías de Roma! De lo perdido en que estuvieron an– tes de .L~s XIV; del ejemplo y modelo que dio es!e monarca a to~a la Eu– ~opa d1ra también algo del gran camino de Despena-J?e!ros que hizo trab~Jar en la España Carlos III, con los caudales de la Amenca. ~abladores mo– lest~s, no disertéis. ¿Véis vuestros camin.os? Detestad .el gobierno que os es– c~av1za, que os priva de todas las comodidades necesarias, q~e. no os propor– c10na el más pequeño bien y que os causa todos los males f1s1cos y morales que puede sufrir la naturaleza humana!!! 2 Se entienden reales de América, que son 21 cuartos. Vattel, después ~e explicar la obligación de los gobiernos a mantener los caminos en el me– Jor estado, con respecto a esta materia dice, qu~ se cometen _dos. injusticias, la .U!1ª cobrando más derechos que los necesarios para aquel fm; la otra, ex1g1endo peajes donde no hay gasto que hacer.

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