Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

42 M UEL L ORE 1 ZO DE V IDA RRE e d be confe ar, que tenemo cura dignos de comp arar e con lo de la primitiva Igle ia 1 ª. bertad; nada deberíamo al Supremo Autor de b naturaleza, si nos hubier a creado para ser esclavos. "Pero no me can o de hablar de la fiesta de Washington. Dos retratos su– yos estaban en el mercado, el uno, entre los dos cuernos símbolos de la abun– dancia y el otro rodeado de toda especie de carnes hermosas y saludables. Compare V. esta procesión con las andas de plata de San Francisco, Santo Domingo y Santa Rosa, que me ha contado V. que también pasean en la pla– za de su mercado. El uno, padre de los inquisidores, el otro un fatuo que vivió y quiso engañar a vivir a costa ajena, la tercera una imbécil que so– ñaba estaba jugando a los dados con el niño Dios. ¿Qué provecho trajeron estos ejemplos a la sociedad? Diré mejor ¿cuántos males no trajeron ? San– to Domingo, santo porque descubrió el r epetir 150 veces el Ave María; des– cubrimiento más sublime que la vacuna y las máquinas de vapor . San Fran– cisco, santo por el grande arte de vestir a los hombres de jer ga para que pa– seen en ricos carruajes y habiten en magníficos palacios. Santa Rosa santa, porque decía que los ángeles le servían el chocolate". Yo tuve que detener a este hombre; yo no podía sufrir sus impiedades; yo me desesperaba por restituirme a unos países donde se venera más la bula de la cruzada que la memoria de Washington y Fr anklin . , la Nota del año de 1812.- En mi viaje de Arica al Cuzco a posesio– narme de la plaza de Oidor en que me hallo (1 812). r eparé y observé mucho en las 180 leguas de tránsito. Los curas de Arica y Tacna eran incompara– bles; el primero el Dr. J iménez y el segundo el Dr. Araníbar. Eran sus ca– sas la franca botica del pueblo y el refugio de los miserables. Sus iglesias en el mayor culto y aseo. Se dedicaban a la administración de sacramentos, no valiéndose de los compañeros sino en un caso extraordinario y preciso. Distribuían sus rentas en limosnas y sus costumbres eran puras e irreprensi– bles. Yo decía, bendito sea el Dios de los santos que se sirve de tan excelen– tes ministros. En el Obispado del Cuzco, frecuenté párrocos iguales a los que he nombrado. Esto es lo que presencié de los buenos; es necesario que sepan algo de los malos, lo haré sin mentar nombres. Está en vigor la corruptela, de que en todas las fiestas hallan alfereces presentes, pasados y próximos. Tr ibutan los primeros diez y seis pesos, los segundos seis, y los últimos cuatro y medio. Se agrega a esto una canasta de huevos, una olla grande de manteca y una docena de pollos o gallin.as. Cada fiesta tiene su número de alfereces, y en una de ellas conté en Sicuani cuarenta y siete banderas. Se habían forma– do hasta de los pañuelos, por haber faltado los andrajosos estandartes almace– nados en la sacristía. A cada uno de esos individuos miserables se le hacía creer que sin otra virtud, y por aquel acto exterior volaría al cor o de los ángeles. Corrió el derecho de manípulo que era el siguiente. Concluida la misa se quitaba el cura la casulla e iban llegando hombres y m ujeres a besar el manípulo y dar en recompensa un real; de modo que si asistían cuatro cien– as personas, eran cincuenta pesos fuertes todos los domingos y días de fiesta. ¿Admira esta relación? Pues oigame un bosquejo del día de finados. Desde sus vísperas C'Omienzan los responsos y se hace creer al r udo pueblo que cuan– to es mayor la limosna que por ellos se da, crece en proporción al alivio de las almas. El fuego del purgatorio se mitiga más con un responso de a dos reales, que con uno de a real. Los dicen en abreviatura y es uno de los ac– tos más indecentes de las que se llaman ceremonias eclesiásticas en la América . Al otro día son las ofrendas de ceras y com stibles. El que repruebe estos xcesos es un sacrílego que toca en las cosas de la Iglesja. Nadie más que yo ha d f endido la con grúa de los curas. Mi vista .fiscal sobre tributos es un do– C' UmPnto qu acredita qu no trato de extingufrlos, ni sepultarlos en la m i– RCria. 'orno magistrado público protejer' sus der chos y como magistrado públiC'o jamá ; disimular' los ·rím n<>s.

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