Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

CAPÍTULO VI NOTA MUY EXTENSA *Los amigos que estaban presentes a la lectura de mi cuaderno, me obligan a que lo_ ponga sobre la mesa y me precisan a que los oiga sobre los que llaman errores del artículo precedente. El uno que era francés to– mó la palabra primern y se expre ó en esto términos: "Se debe impedir el estudio del viejo testamento. Sus libros son un compuesto de absurdos, necedades, vicios, errores morales y políticos. Ellos son defectuosos en la cronología, contradictorio con las historias antiguas más recomendables y muchos de ellos escritos con posterioridad a las fechas y por autores diver– so de los que se suponen. Queden entre los sacerdotes, como los libros de misterios entre los egipcios. Si yo hubiera de perder el tiempo, haría un serio análisis de esas proposiciones que parecen generales. Bastaría examinar el capítulo 19 del Génesis. Creó Dios el cielo y la tierra. Después se dice que formó el sol, las estrellas, la luna ¿y qué e el cielo sin esas grandes y lucientes masas? ¿Hay cielos después que ewton enseñó la física y la astronomía? ¿Los planetas y sus satélites no se sostienen por la atracción y gravitación? ¿Somos tan ignonnte que los creamos esclavos sobre algún otro cuerpo? Si foisés exi tió, lo que e muy dudoso, a mi ver él carecía aún del sentí~ do común. "Refiere el padre Mariana que Alfonso XI ordenó que la Biblia se pusiese en lengua vulgar. Este decreto sin duda no tuvo efecto hasta nuestros días, ella se leía en un mal latín. Convertida a nuestro idioma, las mujeres se divierten con los pasajes y estampas sensualísimas y los hombres miran los falsos cimientos de la religión que juraron, antes de te– ner conocimientos del serio asunto a que se obligaban. Los papas e in– quisidores han prohibido muchos libros. Si quieren que el catolicismo per– manezca, la Biblia debe ser enteramente prohibida. "La prueba de la fé de Abraham se fija en el monstruo o hecho de haber levantado la cuchilla obre el cuello de su inocente hijo. Abraham fue bárbaro e infiel. No debía tener por voz de Dios la que le ordenaba ensangrentarse en un inocente. O Dios no existe, o Dios ha de ser justo. "Nosotros tenemos por ridículas las voces que Mahomed suponía oir de Dios par·a excepcionar e en sus crímenes. Entre vario ca os se re-

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