Los ideólogos: plan del Perú y otros escritos

PLA DEL PERÚ 47 ' e ha ext ndido la religión de Mahomed por las armas y pregunto ¿el Cri tiani mono se ha extendido de igual modo? ¿Si los Emperadores Ro– manos no hubieran abrazado esa religión, se hubiera dilatado por el mun– do? Yo ruego e lea la historia eclesiá tica y cotejen los pueblos que creían en Cri to antes que su Teligión fuese la del imperio y los que creye– ron después. Yo quiero me Tespondan ¿cómo se introdujo entre los Friso– nes y Sajone , cómo e dilató en el norte de la Europa? Pocos tendrán la obra de Ornhialme , poco darán crédito al ministro J uríen, ¿pero hay alguno que niegue como se predicó el Evangelio en las Indias? ¿Hay al– guno que no sepa la crueldades de las dragonadas en el año de 1685? ¿Aún tendremo que manchar el papel con los hechos de las furias inqui– sitoriales? Yo hallo la igualdad del Cristianismo y el Mahometismo hasta en la horroro a doctrina de obedecer a la autoridades, aunque sean injus– tas. Unas misma son la palabras del Alcoran y de la carta de San Pedro. "Toda religión en que se crean éxtasi e inspiraciones, ha de produ– ciT grandes males en la ociedad. En la querella literaria entre los sa– bios de Port Royal y lo Je uitas, ésto le daban en cara a aquellos con las doctrinas del Abad de San Ciran en la cuestión real, donde señala trein– ta y cuatro casos en que el hombre puede matarse sin dejar de ser inocen– te y donde afirma qu si es inspirado a matar a otro por un movimiento interior, no debe resistÍ'r a él, aún cuando la ley e terior lo prohiba. No contesta el p n ador Pascal negando el hecho, y su silencio es para mí ma- or prueba que el proceso contra Ciran depositado en el colegio de Cler– mont. ¿De qué atentado no es capaz el hombre, cuando cree que va a obrar por el mandato expreso de un Dios poderoso? En e to primeros días del año, (Philad elphia año de 1823 ), los papeles públicos refieren dos casos atroces; un padre ahogó do hijos voluntariamente se denunció al juez; una madre degolló a un hijo recién nacido, lo dejó en la cuna y quedó sin susto ni dolor. l primero dice que su acción tuvo por principio, creer a us hijos más felices en el cielo. La madre afirma con impávida serenidad, que lo hizo porque así convenía. sta p rsonas no pudieron ofender la naturaleza de un modo tan e panto o, sino creyendo n esas fantásticas inspiraciones 1 . En la ducación pública debe prevenirse al tierno infante, que jamás Dios habla a lo hombres y que cuando hablara no lo haría destru– yendo sus leyes primitivas, ni determinando el derramamiento de nuestra sangre. ¿Y de dónde vienen estos errore ?. De los libro de la escritura. En ellos vemos aprobados el uicidio y el filicidio; en ellos vemos levanta– do el alfange del feroz Moisés; en ello se nos dice que abandonemos inse– pulto el cuerpo de nue tro padre; en ellos leemos la crueldad del envidioso 1 Un clerigo católico en esta ciudad tenía unos dientes bellísimos. Cre– yó que podían así servir de seducción a las mujeres y se los hizo sacar todos. Yo le hubiera aconsejado que se los tiñese de negro. Este era el modo de ha– cerse más espantoso al bello sexo y poder comer sin incomodidad. El y o hemos perdido los dientes: él sosteniendo la superstición y yo combatiéndola.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx