Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza

170 ÜSCAR ZEVALLOS libre de Abogados. Estas trabas producirían profesores del Dere– cho infinitamente superiores a los que sin ellas engruesan el nú– mero con detrimento común. Trabas llamo la extensión de cono– cimientos jurídicos que no se adquieren sin los preliminares, y al– guna parte de la Filosofía sin la historia de todo derecho, este es civil, y canónico, sin el estudio del nuestro, y de los Sagrados cá– nones por Instituciones doctas, y eruditas. Los estudios en casas particulares, y en Colegios de sola la Instituta de Justiniano, y la Exposición de Kees, y ninguno otro estudio que buen fruto pro– ducirían. Pues con solo esta pobre provisión se graduan en cáno– nes que no han visto. Esto es tan verdadero como antiguo, y pi– de remedio y el principal es que en las universidades no se den grados sin certificaciones juradas de los Rectores de haber con– cluído los estudiantes fundamentalmente todo lo que se pide en el Plan de estudios. Una de las causas de la deserción de la profe– sión de la Teología, es la brevedad, y superfluidad del estudio de las Leyes. Como Usía tiene la honrosa comisión, no limitada a es– te Colegio, sino extendida a la misma Universidad, no será fuera de propósito, que yo sujete a su examen, y consideración lo prin– cipal que me ocurre a favor del Estudio de la Teología. Si los más de los destinos eclesiásticos se estaran y ligaran al estudio teoló– gico florecería este como conviene se advierte en todas partes que las colocaciones en beneficios se llenan de sujetos que no tienen más nociones que las que tan incompleta, y mezquinamente dan los sumarios de la moral. Estos libros son la peste que acaba con la ciencia eclesiástica. Por mucho que se revuelquen los aspiran– tes al sacerdocio sobre Larraga tantas veces, y tan inútil ilustra– do, y otros libros de su especie como son casi todos los manuales comunes, no es posible que se adquiera por ellos la instrucción que deben tener los Evangelistas, o Doctores de la Ley, que tales de– ben de ser todos los sacerdotes. Nadie es Maestro en ella, nadie está racional, y verdaderamente persuadido de la Santidad, y ver– dad de Jesucristo, sino el que a lo menos recorre los principa– les hechos de la creación del hombre, de sus preeminencias, de su fatal caída, y de aquellos que repararon la venida del Mesías, acom– pañaron su nacimiento, vida, y muerte, y el establecimiento de su predicación. Casi toda la Religión consta de puros hechos en que se funda, y resplandece tanto la Sublimidad de su moral, como su práctica . ¿Y estas verdades tan necesarias como grandiosas e im– portantes se encuentra en los Sumistas? ¿Al estudio de estos pre– ceden la adquisición de aquellos conocimientos? Nada menos que esto. El clamor de muchos Doctos, y piadosos escritores contra este transtorno de ideas, y deplorable abuso aún está atendido

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