Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza
TORIBIO RODRÍGUEZ DE MENDOZA 317 podrá haber en toda la eternidad, sea esta feliz ó desgraciada? La remision se hace en esta vida, la que pasa y dexa de ser. El verso beata viscera, y la respuesta et beata ubera, no tie– nen conexion con la oracion precedente; sin embargo de estar compuesta de las palabras que la iglesia ha consagrado en sus ofi– cios sacadas del evangelio. De aquí infiere Juan Bautista Tiers, cuyas razones he copia– do, que no se haría mal en dexar de rezar esta oracion, lo que no se dice ni en las iglesias catedrales y colegiatas, ni en las monásti– cas que no se han alejado de sus primitivos usos; y testifica di– cho autor, que tal oracion no se halla en los breviarios romanos revistas y corregidos por la autoridad de Pío V y Clemente VIII. Si de la portada del breviario nos internamos al cuerpo, en– contrarémos muchas cosas dignas de reprehension, sin embargo de que la iglesia muchas veces segun los tiempos y las ocasiones huviese mudado y corregido el breviario, segun lo testifica Bene– dicto XIII y por eso los concilios senonense, coloniense, rotoma– gense y remense, todos á principios y casi á fines del siglo 16 de– cretaron, que el breviario fuese repurgado. Clemente VII exhortó al cardenal Quiñones, para que se dedicase a la buena obra de expurgar y reformar el breviario, que al fin se verificó, y se publi– có con permiso de Paulo III. Convienen los doctos que este bre– viario era el que debia preferirse para el rezo de las horas canó– nicas, sin embargo de no haber quedado enteramente libre de de– fectos. La Sorbona censuró agriamente este breviario: pero des– pues, no habiendo pasado ni medio siglo, lo defendió y protegió contra el docto Maldonado que censuró las lecciones puestas en el oficio de la concepcion de la Vírgen. Entre otras cosas decían aquellos doctores, increpando á Maldonado el que hablase contra un breviario aprobado por los sumos pontífices, que dicho brevia– rio debía mantenerse y usarse. Al cabo los ignorantes y los mis– terios de la curia de Roma, obtuvieron su supresion y condena– cion, y se mantuvo el que hasta hoy usan los sacerdotes, cargado de cosas que deshonran á un libro destinado á las alabanzas de Dios, al estudio del clero, y al fomento de su piedad. El francis– cano Fr. Fortunato de Brescia indicó en su disertacion de las qua– lidades de los cuerpos, á la pág. 237 y siguientes, varios hechos falsos, entre ellos la atroz calumnia que contienen las lecciones del oficio de S. Marcelino, inventada por los donatistas para desa– creditar á ese ilustre mártir, acusándolo de idolatría. No solo
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