Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza
324 ÜSCAR ZEVALLOS monería y supersticion con que muchos quieren acercar demasia– do las criaturas á su criador. Desde mis tiernos años he oido de– cir entre la gente vulgar, que hay dos trinidades, una en el cielo Padre, Hijo y Espíritu Santo; y otra en el suelo, Jesus, María y José: profanando aquella augusta palabra en la aplicacion á Ma– ría y José. Apenas se extendió la preciosa y verdadera devocion del trisagio, quando hubo quien idease trisagio de la Vírgen; por eso dixe: despues del corazon de Jesús viene el corazon de María. Me han dicho igualmente que me han declarado criminal, por– que he calificado de indecoroso y nada honesto el pintar descu– biertos los pechos de la mas santa y honesta de las criaturas, de donde sale un chorro de leche á la boca de ciertos santos. Mi in– dignacion y escándalo en esta parte subsiste y subsistirá hasta que no se me convenza de contrario. No todo lo admirable y prodigioso que practican los santos, principalmente las santas, pueden y deben ser objeto de nuestra imitacion, y mucho ménos servir al culto público. Las mugeres tienen la fantasia muy fogosa, y dadas á la pura contemplacion, se elevan hasta donde las arrebatan los vuelos de su imaginación. Y en esto han tenido mucha parte los directores, que habiéndose entregado exclusivamente, desde los siglos 9? y siguientes, al sen– tido alegórico de las escrituras, y que establecida universalmente la teología escolástica, se dedicáron con igual empeño á los con– ceptos y distinciones metafisicas; criáron tambien la teologia es– colástico-mística de que hiciéron un arte embarazoso y dificil, que ha servido para la direccion poco discreta en los confesonarios. Yo admiro la vida tan inocente como mortificada de nuestra patrona Sta. Rosa, y los ingeniosos medios de que se sirvió para elevarse al último grado de perfeccion. Nada prueba mejor esto, entre otras muchas cosas, que las mortificaciones y oraciones con– que formó su ajuar espiritual para obsequiarlo al niño Jesús en su nacimiento. Con todo, no me parece que esta especie de he– roicidad de mortificarse con tales y tantos ayunos, y disciplinas tan prolongadas, con tantos millares de rosarios etc. deba propo– nerse por modelo de imitacion, y mucho ménos el que se pusiese esto en nuestros altares en signos materiales de un juego de ajuar. Por que así como por su divina belleza es tan amable la religion de Jesucristo; del mismo modo, por su augusta magestad es muy grave y muy respetable: y en mí no hay capacidad bastante para conciliar esa misma sencilla y augusta magestad con esas arbi-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx