Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza

TORIBIO RODRÍGUEZ DE MENDOZA 329 La letanía de la Vírgen es la que se dispuso para cantarse de– lante de la imágen de Loreto, y no á presencia de Jesucristo sa– cramentado, á quien parece, segun la reflexion anterior, se hace injuria; porque todos los afectos se dirigen á la Vírgen, así en la letanía como en el rosario que se reza; sin embargo de que este es para considerar los misterios ya gozosos, ya gloriosos, ya do– lorosos de la vida de nuestro Salvador, y por tanto muy útil en su caso. Reflexiona Muratori, que descubierto el sacramento y presentándose Dios sobre su trono, y siendo nosotros admitidos con tanta benignidad á la audiencia de nuestro divino Señor, pa– rece conforme que nosotros mismos directamente encaminára– mos hácia él nuestras súplicas para obtener sus bendiciones y misericordias. Para hacer mas perceptible este concepto, dice: un príncipe de la tierra creeria ofendida su dignidad, si presentándo– se públicamente á sus vasallos para distribuir en ellos sus gracias, oír sus peticiones, y hacerles justicia, se encaminarán todos con sus memoriales, ruegos y súplicas á su favorito. Una sola razon puede alegarse para abonar este rito; y es que nuestras oraciones al Salvador tendrán mas valor y efecto, si son acompañadas de las de su santísima madre. Pero esta razon, di– ce Muratori, porque prueba mucho, nada prueba en el caso pre– sente. Pues resultaria que nunca convendria suplicar á Jesucris– to sin invocar la intercesion de María santísima, lo que es falso. Los fieles que se acercan á la sagrada mesa, santamente hacen y tienen sus coloquios con Jesucristo, y á medida de su devocion y fervor logran frutos de bendicion y de vida eterna. Cuidó nues– tro benigno y amoroso maestro de instruirnos en el modo de ocu– rrir á su eterno Padre con la oracion del padre nuestro, y nos aseguró en el cap. 14 vers. 14 del evangelio de S. Juan, que si le pidiéremos algo, no á nombre de otro sino es en el suyo, nos lo concedería. Si quid petieritis me in nomine meo hoc faciam. S. Pablo tambien nos anima y llena de confianza para que nos acer– quemos á Jesucristo, pues teniendo nosotros un gran pontífice Je– sus hijo de Dios, que penetró á lo más alto de los cielos, perma– nezcamos firmes en la je; pues no tenemos un pontífice que no sepa compadecerse de nuestras debilidades, porque él ha experi– mentado como nosotros todas suertes de tentaciones, excepto el pecado. Vamos pues á presentarnos con confianza ante el trono de su gracia para recibir misericordia, y hallar el socorro de su gracia en nuestras necesidades. Ciertamente ¿quién ama mas á su pueblo, la Vírgen, los santos, ó Jesucristo? Nadie puede dudarlo sin impiedad. Jesucristo murió por nuestro amor, y ha quedado

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