Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza
330 ÜSCAR ZEV ALLOS entre nosotros de un modo admirable para alimentarnos con su preciosísimo cuerpo y sangre: desea hacernos bien y ser requeri– do á ello por nosotros. Despues de esto ¿puede quedar lugar en nosotros para la menor desconfianza y temor? Acordémonos de que estamos obligados á ocurrir á Dios por nosotros mismos, en virtud de los méritos de nuestro gran pontífice Jesucristo, por lo mismo que la invocacion de los santos no es mandada ni necesa– ria, sino solo útil. Esta es una doctrina que deben inculcar ince– santemente los pastores y demas predicadores. Un varon docto y virtuoso, y que en su vida hizo mucho bien á esta ciudad, pre– dicó en años pasados en la iglesia de santa Teresa, y arrebatado de su amor á la Virgen dixo : que sin devocion á ella nadie podia salvarse, y que es señal de ser precito el que no era su devoto. ¿Qué mas dirían los demanderos de los pueblos incultos, las pobres mu– geres, hombres rústicos de las aldeas? Por estas y otras razones piensa Muratori que no del parecer fuera de propósito el deseo de quien solicitase una letania diri– gida á nuestro benéfico y amabilísimo Jesus sacramentado y des– cubierto sobre su trono para bendecir á su pueblo. El darla, di– ce toca al papa: convengo quando sea para el uso uniforme en to– da la iglesia; pero tambien toca á los obispos en sus diócesis. Y si algun dia la diesen ¿quién no bendeciría su paternal devocion hácia nuestro divino Salvador? Devocion por cierto no solo útil, sino necesaria á todo cristiano. Como veo que no solo se sacan ilusiones por error, síno tam– bien por malignidad, no faltará quien caritativamente diga, esto es á lo devoto, que por lo expuesto resulta ser superflua la invo– cacion de los santos, y tambien perniciosos; sin atender á que las observaciones propuestas solo se dirigen á ciertos casos: por exemplo, quando está descubierto el santísimo sacramento : al tiempo de recibirle quando nos acercamos á su divina mesa; pe– ro no en todas ocasiones, pues entónces acaso se daria indicio ó mas bien habria desconfianza ó temor de acercarse, y ocurrir á un .Dios que con tanta benignidad se nos presenta, llama y requie– re á que le pidamos sus dones y gracias en su propio nombre. To– do tiene pues su tiempo y oportunidad. Vuelvo á decirlo: es muy bueno y muy útil pedir á los santos, y en especial á la bienaven– turada madre de Dios, que presenten ante el trono del Altísimo nuestras oraciones unidas á las suyas; pero tambien debo decir que lo útil no sea lo que más ( ... ) se, sino que lo necesario abun– de y sobresalga. Y quando los párrocos, confesores y predicado-
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