Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza

TORIBIO RODRÍGUEZ DE MENDOZA 331 res recomienden y exhorten la devocion de María santísima, d.is – tingan muy cuidadosamente los esenciales deberes de la piedad, y los actos de devocion voluntaria: y advertir al rudo pueblo que quando venere á la Virgen y á los santos, rectifiquen su intencion conformándola á la intencion de la iglesia, para no sobrepasar los límites prescriptos por ella; pues de lo contrarió la misma Vír– gen condenará qualquier exceso. Nuestro obsequio, decia un sa– bio abad, á la reyna nuestra señora María santísima, nos ha de conducir a venerarla, pero no á adularla. Aquí me abstengo de continuar con otras reflexiones. Los pas– tores expondrán estas y quantas sean conducentes á este propó– sito, y les ruego como que son los evangelistas de la ley, deten– gan su atencion sobre la d.iaria, pero imperfecta práctica instruc– cion dada á los niños, á quienes se les enseña á rezar el Padre nuestro, Credo, Ave María, y la salve. Todo está bueno, pero doc– ta y piadosamente extraña Muratori que no se les enseñe una oracion ded.icada á Jesucristo, á este benéfico Señor que tiene las llaves del parayso,. y sin el qual no hay salvacion: una oracion en que se reconozcan los infinitos beneficios y gracias sobrenatura– les que gozamos por él. Tambien les suplico muy encarecidamen– te, suplan como mas puedan las faltas que cometiéron los prime– ros predicadores del evangelio en estas regiones, porque no si– guiéron el plan propuesto por nuestro Redentor y maestro Jesus: y el mismo que pusieron en obra los apóstoles y demas propaga– dores de la religion cristiana. Por poco que se lean los evangélios, los hechos apostólicos, y el resto de la historia del establecimiento de la iglesia, se com– prehenderá lo que acabo de decir. Jesucristo no insiste mucho sobre los preceptos del decálogo y del derecho natural, porque los judíos estaban suficientemente instruidos en ellos; pero se detie– ne, y casi no hace otra cosa que inculcar sobre los oficios de be– nevolencia y amor : porque la perfeccion de la ley evangelica no podia establecerse, ni hacerse santos y perfectos los hombres, sin la humanidad, benignidad, benevolencia recíproca y universal. Léanse los admirables capítulos 5, 6 y 7 del evangelio de S. Ma– teo, donde está casi todo lo que compone la legiplacion de Jesu– cristo. Debia preceder la inexplicable belleza d.ivina de su ley, pa– ra que ganado y bien d.ispuesto corazon, tuviesen despues su de– bido lugar los misterios y demas recónditas doctrinas. Tanta fué la precaucion de nuestro Redentor en esta parte, que hasta no haber precedido suficiente instruccion sobre la parte práctica ó

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