Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza

TORIBIO RODRÍGUEZ DE MENDOZA 333 ficas miras se extienden á todos los puntos y extremos de la fe– licidad nacional ! Los indios por fin son elevados á la dignidad de hombres, y al nivel de los demas ciudadanos españoles : se man– dan establecer escuelas de primeras letras en todos los pueblos, encargándose á los ayuntamientos constitucionales velen sobre su permanencia y progreso con libertad para todo género de indus– tria, y facultades concedidas para traer máquinas y maestros de las naciones cultas para manufacturas. Esperamos que desprecia– das, despedazadas y arrojadas las trabas de cierto número de in– teresados, al mismo tiempo que ignorantes enemigos de la felici– dad comun, la que sacrifican á su bien individual, al cabo se san– cionará el deseado comercio libre, que cayendo como una lluvia copiosa sobre toda la extensión de la monarquía, le dará nuevo sér, nueva vida, coronada de esplendor y gloria. Los primeros resultactos serán la unidad del idioma, que acerca mas á los que le hablan : ménos desconfianza en el indio contra el español : y al fin la recíproca amistad, nacida de la igual– dad, que pone á cubierto de la opresion. Reducidas las poblacio– nes á las quales atraerán las mismas comodidades resultantes del comercio y de la industria enemiga de las soledades y retiros ; se presenta á los párrocos un inmenso campo en que arrancadas las supersticíOiiesy- abusos de la credulidad é ignorancia, su zelo y caridad sembrarán y cosecharán sazonados frutos de sólida ins– truccion y piedad. Si yo fuera capaz de dar luz y consejo al respetable cuerpo de párrocos, les manifestaria mi antiguo deseo de poner en las manos de los niños buenos catecismos, alejando de uso y co– nocimiento los de Astete, Ripalda, el de los Escolapios y otros de su clase, por incompletos, imperfectos aun en lo que contie– nen, escritos sin dignidad ni uncion, y donde al lado de santas ver– dades vienen insípidas y falsas alegorias, que debilitando el juicio acostumbran insensiblemente á no poder distinguir lo verdadero de lo falso, lo sólido de lo superfluo. Catecismos hay excelentes, ya puestos en español; y quando nos faltaran, muy fácil seria for– marlo con solo reunir los extractos que compuso nuestro Olavi– de en su nunca bien celebrada obra del evangélio en triunfo. Sin cimientos sólidos de instruccion no hay fé sino humana : no se conoce á Dios, porque no teniendo su verdadera idea se confunde con los santos, y se cometen idolatrías. Testificor coram Deo et Jesu Cristo, que el confesonario en los pueblos de indios me dió á conocer estas verdades que siempre tienen en angustia mi cora– zon. Por eso no cesaré de clamar que los señores curas redoblen

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