Los ideólogos Toribio Rodríguez de Mendoza
56 OscAR ZEVALLOS la misma mañana de este día se señalará a aquél en que se con– fiera el Grado. Según las antiguas constituciones se hacían las votaciones la noche de la lección, la que ni aún se menciona en las nuevas, remitiéndose en el número antecedente a lo dicho en or– den a la prueba de los opositores, donde aúnque no se prohibe ex– presamente la lección de 24 horas, con tener que creer que no se permite. Pero lo más terminante está en el N? 28. Allí se dice, que con el entero de mil pesos cumple el graduado sin estar obli– gado a otra exhibición. Si la lección no es a secas, algunos desem– bolzarán hasta quinientos pesos, y por consiguiente faltando esta práctica, no subsiste la razón que patrocina, aunque débilmente la perseverancia de la cátedra del Maestro. Este supuesto se pue– de conjeturar, que muertos los viejos, y puesto en ejecución el nuevo plan, se pensará también en la reforma de las oposiciones a Canongías, pues el modelo de estas es el método que se sigue en las Universidades. Es preciso no haber pensado jamás bien, para detenerse en la última reflexión del cuento de la hija, y madre. Solo advier– to que traer a consideración la autoridad del claustro de Salaman– ca es ignorar el estado de esta Universidad. La nuestra que debe– rá ser menos docta que su madre en la que es justo se reúna la mayor cordura con la vejez, y experiencia; tal vez no hubiera da– do un tan verdadero motivo de risa a los extranjeros, como la de Salamanca en el nuevo plan que presentó al Consejo. Ultimamente para plena satisfacción, y desprecio de todo cuanto se quiera oponer, basta el siguiente modo de pensar: Pue– de un hombre ser eminente teólogo sin haber jamás abierto la obra del Maestro; pero no se puede imaginar uno perfecto, y que sea digno del renombre de teólogo, sin estar versado en la Historia Eclesiástica. Esta razón única es suficientísima para no hacer pen– sar cosa alguna en contra. Y después de todo se da lugar a esta cavi– lación: Para el estudio de la Historia Eclesiástica no es preciso se funde cátedra, principalmente destruyendo la del Maestro. Estú– diese enhorabuena la dicha Historia, pero sin trastorno de lo es– tablecido. No obstante yo insisto firme en que la cátedra que de– seo es indispensable, para que este género de estudio permanez– ca, y se perfeccione para lustre, y gloria de este Convictorio Y Universidad, y aún de toda la Nación; en fin para que Lima sea lo que no ha podido ser con la cátedra del Maestro, y sus hijos re– ciban mejor educación en lo literario. Y por ventura es razona– ble, que conociéndose las excesivas ventajas, y necesidad absoluta
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