Memorias, diarios y crónicas

200 JOSE MANUEL DE GOYENECHE oblaba gustoso mi mando para persuadirlo que no deseaba retenerlo en la incertidumbre de dar mala cuenta. Este mi ardiente celo por la Monarquía Española, es el que merece los aciagos conjuros de · petulante engreído, y demás que se citan anteriormente; véase el fin y el objeto que llevaban al solicitarlos, téngase presente el modo con que se han desmenuzado los anteriores asertos del Virrey, y sacaremos en limpio que no ha sido en esta acusación más feliz que en las anteriores. Las causales en que funda el no haberme admitido mis repeti– das renuncias temeroso de la disolución del ejército, porque era hijo de la Patria y había organizado aquellas tropas y por estar a la cabeza de los batallones caballeros de las provincias muy adictos a mi persona, que era de esperar tomasen un partido violento si per– mitía mi dejación, es la más audaz y difamatoria a los ilustres per– sonajes que sostenían la causa de V.M., pues que cada uno de aquellos sujetos de la primera Nobleza de las Ciudades, dejaron sus comodidades, familias, y fortuna ¿Para servir al vasallo Goyeneche, o por servir al Rey nuestro Amo y Señor? Obró en su salida el interés natural y la gloria de verse a las órdenes de un compatriota a quien amaban, por haber sido su fundador y Padre en el arte de la guerra, y que siempre los había conducido al campo de la gloria con economía de su sangre pródigamente oblada, pero en lo subs– tancial su vida, sus sacrificios y su dedicación, eran por V.M. some– tidos siempre a sus órdenes, y obedeciendo al Virrey hasta el mis– mo límite de mi separación que es la roca donde el Virrey trepida como con desconfianza de su acendrada fidelidad. iQué injuria tan atroz y tan poco meditada, la que sospechaba el Virrey de los mis– mos instrumentos que le labraban su crédito! Fatalidad desgraciada la nuestra que por mucho que hagamos, siempre la sombra lúgubre de la desconfianza cubre nuestros hechos, y jamás merecemos el bien ganado distintivo que reclaman nuestros servicios: la posteridad mirará con horror, el pago que ha dado a mis ilustres compañeros el Marqués de la Concordia, y ésta misma lo confundirá cuando diga la Historia "Goyeneche salió: el Ejército mismo que fue obra de su amor a la España, sostuvo su causa y entusiasmo, y en los campos de Vilcapujio, su más favorecido, el ilustre Picoaga, cuzque– ño de nacimiento, ganó esta batalla perdida ya, no por defecto de su General Pezuela, sino porque puestos en dispersión su centro y ala izquierda, no le quedaba otro apoyo que la derecha de este jefe americano, a quien escribiendo de oficio el mismo Pezuela congratu-

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