Memorias, diarios y crónicas

l\(El\IORIA 201 lándolo por su firmeza le ofrece una corona aunque ésta sola fuese la disponible en sus manos". ¿cuántos de estos hechos no podía yo traer a la vista de V.M. en otros de los mismos americanos que se han batido a mi vista? Yo no negaré que me amaban, porque había razones justas para ello, pero diré que amaban más a V.M. pues por sus servicios, se batían, morían y sufrían con inexplicable constancia los trabajos de la guerra. Ya habían corrido cuatro años de campaña, y todavía se dudaba de nuestra subordinación y buena fe: es preciso correr un velo a este funesto desengaño confiado en que V.M. mirará no sólo por mis compatriotas sino por mí, y dejemos metida en es– combros la opinión de un Virrey que así juzga, y recompensa a los que tanto han contribuido a su exaltación y descanso. Aún no era yo General de ningún ejército sino Presidente inte– rino del Cuzco, cuando en octubre de 181 O, según consta del ofi– cio No. 39, hice al Virrey dimisión de este cargo, desengañado de lo poco que podía esperar de un jefe, profundo egoísta, a cuyas órdenes no se podía salir con lustre porque no era consecuente, y el mal pago que me aguardaba ya le preconizaba mi instinto y corazón en sólo el contacto que había entre nuestras mutuas facul– tades: pues entonces no había caballeros adictos a mí, ni ejército de mi creación y devoción que tomase partido violento. Era un mero Presidente interino. Pudo haberla admitido sin zozobra, sin peligro, evitándose el sufrimiento con que asegura haberme tolerado, y aplaude sus condescendencias que verdaderamente me debían poco aprecio porque yo no le pedía frases de educación, sino ar– mas, recursos, y hombres para disciplinarlos, y en cambio se me contestaba que todo se aguardaba de mi pericia y talento cuyos elogios no eran los medios de salir con honor de la lucha en que estaba envuelto. "Propone a V.M. no hacerse difuso, asegurando tomará el hilo desde antes de la batalla del Tucumán, que se infundió terror en mi ánimo, que deseché sus providencias manteniéndome en inacción solicitando refuerzos al parecer para dejar exhausta de todo recurso y defensa su capital". No carece de mañas y es profundo en artificios el Virrey, sin duda persuadido que su Auto Inquisitorial (título que debidamente merece su oficio) jamás llegaría yo a penetrarlo y que sólo serviría para derribar mi concepto que tanta sombra le hacía a su exaltado amor propio: ese brinco intempestivo de venirse al primer teatro de

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx