Memorias, diarios y crónicas

ll!l.l'\101\1.\ 203 mo en las acciones a las filas y batallones, habiendo tenido suficien– te sangre fría para poner mi pecho limpio de parapeto a las balas enemigas cerca de dos horas en posición inmóvil aun siendo el blan– co de sus fuegos por haberme conocido como sucedió en la batalla de Guaqui, sin que me hubiese sido posible variarla porque mis movimientos dependían de los que debían hacer según mis órdenes otras columnas, pero el Virrey al usar de esta impropia expresión aún recordaba el terror de que se halló penetrado antes de Guaqui, pues con su anuencia y conocimiento permitió al Cabildo de Lima, de que era Presidente que hiciese extraordinario al sanguinario Cas– telli, dándole tratamiento de Excelencia, con proposiciones pacífi– cas. Todavía distaba Castelli de su capital, doscientas setenta y seis leguas, y ya se sometía a su examen con este paso dictado por un verdadero abatimiento y terror, que mi corazón no conoció a cua– tro leguas de distancia, desde donde este audaz caudillo me convi– daba a una entrevista lucrativa bajo de todos aspectos según él decía; me negué a ella y a tributarle el título de Excmo., lo bus– qué con fuerzas bien inferiores y desiguales y lejos de dar pruebas de terror, di de arrojo y serenidad sobre el fuego, dejando al Mar– qués de la Concordia sereno y asegurado en su amada Autoridad con los esfuerzos de brazos ajenos. El desechar sus providencias es una arrogancia de su estilo. Las que dio tengo ya demostrado hasta la evidencia en los parajes don– de corresponde citarlas, que no fueron adaptables a las circunstan– cias, al tiempo ni al terreno, que sus dificultades se le representa– ron, y su conformidad y convencimiento lo demuestran sus oficios que hacen parte de las piezas justificativas que exhibo, desmenuzada cada una en particular, como son que ordenó que fuesen mil hom– bres al Tucumán, como consta de su oficio No. 1, y a V.M. le dice que contra sus órdenes se adelantó la expedición; que ordenó que el fuerte de Cobos se fortificase, y en el Pasaje se situara un grueso destacamento, cuyos inconvenientes se le demostraron, y per– suadido de ellos se llama convencido, y a V.M. se queja de lo con– trario. Cuánto vale tener memoria para mandar, pero ésta la perdió el Marqués al escribir a V.M. y así no es extraño que a cada pala– bra preste un motivo de poca meditación, que descubra más y más su falta de circunspección en materia tan interesante como delicada. Esa inacción que me atribuye es un crimen de intención, j amás he adolecido de esta enfermedad: mis enemigos han temido cons– tantemente más mi actividad y rapidez que los medios que tenía

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