Memorias, diarios y crónicas

l\lEl\lORIA 205 rasen la subsistencia del Ejército. Todo esto lo sabía el Virrey, o por mejor decir su Secretaría, donde si hubiese ocurrido por antece– dentes, hubiera sido menos fácil de inculcarme de inacción, cuya palabra por agravante y no por merecida ni justa la creyó apropiada a su memorable Parte. Las instancias de tropa y armamento que amenazaban a Lima de dejarla exhausta según teme el Virrey se redujeron, siempre, lo más a dos mil hombres, que deseaba tener de cuerpo de reserva a mis inmediatas órdenes para acudir al punto que flaquease, porque la fuerza total del ejército estaba distribuida sin medio ni recurso de rebaja en nueve puntos capitales cuyas distancias desmedidas no ofrecían el ejecutivo recurso de una pronta reacción que cubriese igual apuro, pero Lima nada podía dar porque era voluntad del Virrey, y en las provincias adictas a su mando, que yo le citaba, por no haber tenido el recargo de un solo hombre en toda la gue– rra, dice el Virrey, como consta de su oficio No. 13, en unas hay razones políticas para no intentarlo, y a otras se previene que en– víen lo que buenamente pueda juntarse. Si el Virrey me hubiese habilitado de solos los dos mil hombres que con tanta anticipación le pedí, yo no hubiera salido de Potosí sino para buscar a Belgrano donde lo encontrase; pero yo me fatigaba en vano, se buscaba mi ruina y aburrimiento, porque sin este mezquino paso las glorias del l\tarqués de la Concordia no quedaban coronadas; su corazón no abrigaba más que resentimientos a mi persona y crédito, y no se combinaba con sus ideas prestarme los medios del triunfo, sino las negativas de correr la suerte con las únicas fuerzas que yo había buscado y eran fruto de· mi trabajo, contracción y constancia. La confesión involuntaria que seguidamente hace de que la capital no había contribuido en toda la guerra más que un batallón del Fijo, que en tres años no recibió un solo reemplazo de su cuer– po, y cuya fuerza no excedió de quinientos hombres cuando lo enviaron en el año de 810, habiéndose disminuido hasta casi su extinción, y de ciento cincuenta Pardos y Morenos, demuestra hasta la evidencia, que con justicia pedía refuerzos de los de una capital virgen con respecto a la escasísima fuerza con que contribuyó, y a las que debería suponerle bajo el conocimiento que el Regimiento Fijo en tiempo de guerra consta de tres mil doscientos cincuenta y nueve hombres, que fuera de este cuerpo de línea se había creado el de la Concordia con veinte y dos compañías de- a ochenta hom– bres para la conservación del orden público y sostén de la Autori-

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