Memorias, diarios y crónicas

208 JOSE llIANUEL DE COYENECHE causa de la Nación Española, y se verá que un año antes de sufrir vicisitud alguna militar le instaba al alistamiento de una corta fuer– za de reserva, que con anticipación sirviese de depósito para tener recursos a la mano y prontos en el caso de necesitarlos: sobre todo el objeto de este o ficio ¿no era pedirlos? No se facilitaron aun después de recibido , y ¿de qué serviría la contestación traspapelada si los efectos que debieron verse no salieron a la luz? Repito a V. M. que no la dio, que se despreciaron mis clamores y cree el ~Iarqués haber cumplido perfectamente con abatir mis acciones mili– tares diciendo, que no son de la clase que las caracterizo : su avalúo él mismo lo había hecho antes como aparece de su voluntario des– pacho de Mariscal de Campo ya citado, lo había hecho la opinión pública, las corporaciones de la América, las mald iciones de Buenos Aires y aun los extranjeros, y más que todo V. M. y el Consejo de la Regencia que en 21 de enero de 1812 me congratula po r mis triunfos, y en 9 del mismo se trasladó al Virrey un oficio de 5 de los Secretarios de las Cortes en que V.M. me honra y satisface. Todos estos fueron pasos de verdad y justicia, pero los últimos del Virrey son de descubierto, despecho y contradicción. No habiendo producido aquel oficio efecto alguno ni el de su acuse, resolví enviarle un Ayudante de órdenes con el de 28 de octubre que existe al No. 8. Los ningunos resu ltados que produjo esta misión los ha visto V.M. por los o ficios originales el citado Ayudante Povil No. 9, y por la exposició n que anteriormente hago de este asunto. El Virrey lo califica a los ojos de V.M. de infun– dado, pero su contenido y demostración lo d esmiente: dígalo el mismo oficio: yo no traspapelo nada; cuanto hace relación en pro y contra de mi causa, lo exhibo, por ser un deber de la ingenuidad y honradez. Esa palabra Bajeza que desde el solio de la comodidad estable– ce el Virrey, contra mí, que sufro y me veo en el caso a que nun– ca pensé llegar de vindicarme, sólo porque no ha entrado en mis principios el ser ciertamente bajo en tolerarlo, es la más compendio– sa y disonante que ha podido usar : la aplica a la proposición de tratar con Belgrano, quien efectivamente me había hecho entender que anhelaba por un acomodamiento, y como yo tenía a la vista el que el Virrey Elio había pactado, y posteriormente la Corte del J aneiro con la Junta de Buenos Aires, me complací sobremanera de que hubiese disposición en aquel caudillo para establecer un sistema que concluyese con Ja efusión de sangre, los llamase a juicio y vol-

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